Formar una nueva familia implica afrontar situaciones muy diferentes a las de la primera vez.

Después de un divorcio difícil, lleno de discordias, Iván, médico de 50 años, se casó por segunda vez hace un año con una colega, también divorciada.

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No fue fácil, dice. “Después de 24 años de casado y con cuatro hijos, el divorcio es algo muy duro de asimilar, queda un vacío profundo, pero uno va evolucionando y después de tres años de mi separación comencé a salir con mi actual pareja, también divorciada, a quien conocía desde hace años, estuvimos saliendo un tiempo hasta que tomamos la decisión de casarnos. Al principio estaba temeroso, era comenzar a compartir otra vida, una casa con ella y sus dos hijos, pero esto ha sido muy pensado, hay comprensión, amor y el deseo de ser feliz supera los inconvenientes”.

Los desafíos de un segundo matrimonio son muchos, indica la psicóloga y terapeuta familiar Gina de Castelblanco, “pero el primero y más importante es querer ser feliz con la base de que ya se tuvo un fracaso”.

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Antes de embarcarse en un segundo compromiso la especialista aconseja vivir el duelo de ese fracaso y superarlo para empezar una nueva empresa matrimonial en limpio. “Si no se interioriza y no hay conciencia de cuáles fueron los procesos personales que influyeron en esa ruptura, se corre el riesgo de que la otra persona pague la cuenta del matrimonio anterior”, puntualiza.

Aunque ya exista una persona que nos ame, hay que dejar pasar el tiempo que sea suficiente para recuperar ese sentimiento de seguridad interior, que es el más golpeado por un divorcio, expresa el psicólogo Efraín Rivera.

“Con un primer fracaso uno pierde la confianza en el matrimonio, como institución pierde su valor, ya no se cree en eso, y recuperar esa confianza cuesta mucho porque si hay un segundo compromiso una va un poco incrédula, decepcionada, con temores, pensando un poco que va a ser otro fracaso”, dice Mari, parvularia de 35 años,  quien después de un noviazgo de doce años con su primer esposo, cuando se casaron, el matrimonio duró cuatro.

Después de su separación, Mari comenzó a salir con Ricardo, actor de 36 años y también divorciado; luego de dos años comenzaron a vivir juntos y ahora tienen dos hijos en común; aparte ella tiene otro hijo y él una hija de sus primeros compromisos. Mari y Ricardo, después de cinco años de convivencia, recién están planeando casarse, pero esto tiene su razón.

“A mí, esta segunda vez me costó muchísimo al principio aceptarla como un compromiso formal porque de esa forma si fracasaba no estaba muy comprometida, en realidad era una forma de protegerme, porque definitivamente cuando una vuelve a apostar se cree en el matrimonio, pero necesitaba que mi pareja me diera esa seguridad y confianza”, comenta Mari.
Las expectativas

¿Será que en un segundo matrimonio no hay tantas expectativas y ya no se pretende que él sea precisamente el príncipe azul o ella la princesa encantada? Estos casos se dan, dice Rivera, pero en términos afectivos, según Castelblanco, hay más que nada una gran esperanza de que la segunda unión funcione bien  y tal vez por eso se ponen expectativas demasiado altas, porque si no resultó la primera vez, ahora sí tiene que serlo, y empieza la presión que puede llevar a idealizar a la otra persona. Por ejemplo: si él consideraba que la primera esposa no era tan inteligente, la segunda, se dice, sí tiene que serlo.

Ricardo, el compañero de Mari, tiene su propia explicación: “Yo creo que los segundos matrimonios son más fuertes,  porque la persona tiene menos cosas que ocultar, pues ya sabes qué no te funcionó y ni siquieras lo pruebas”.

Iván, quien se casó por primera vez a los 20, ve ahora el aspecto afectivo con una mirada más práctica. “En el primer matrimonio, cuando todo era pasión y arrebato, no había condiciones; en el segundo, creo que las cosas son más frías y calculadas, se ponen ciertas condiciones para que la relación marche bien”.

Iván y Ricardo coinciden en que esta vez se esfuerzan más por hacer felices a sus parejas, pues de esa manera, dicen, ellos también lo son.
Según Rivera, estos comportamientos tienen que ver con esa reflexión profunda que debe hacerse sobre las causas y defectos que propiciaron un divorcio, sin necesidad de echarle la culpa al otro.

A veces una primera experiencia mala marca tanto a una persona que no permite ver lo bueno del segundo matrimonio, dice Castelblanco.
Agrega que se trata precisamente  de sacar ventaja de esa primera experiencia, “de las cosas malas se pueden obtener aspectos positivos, por eso es bueno planificar muy bien un segundo matrimonio y la madurez ayuda mucho en eso”.