Tiempo de tarimas, cuñas, sueños; tiempo en que unos se sacan los cueros al sol y de todo se valen. Temporada en la que algunos se vuelven bondadosos, carismáticos; dan optimismo y esperanzas.

Época de las lindas oratorias y de sonrisas. Sus saludos se vuelven apretones de manos, y de tanto reírse hasta les duele la cara.
Parece una adivinanza, pero no lo es, no son más que las épocas de las esperadas y codiciadas elecciones presidenciales. Cuando nos imponen o imponemos por votación popular al que creen o creemos que es el mejor de todos, precisamente ahí se encontrará el mejor de los bienintencionados.

Claro que bienintencionado, porque él quiere el bienestar para nosotros y para él, o lo que sería su bienestar el nuestro, y el nuestro el suyo.
Pero después de cuatro años o período en que él ejerce, nos damos cuenta que los bienintencionados fuimos nosotros al haber creído en un cambio positivo de nuestro país.

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Y por eso muchos compatriotas emigran e inyectan capitales a nuestras escuálidas economías; directamente a nuestra familia e indirectamente al Gobierno de turno.

Al futuro presidente de la nación le aconsejo que procure que no seamos solo nosotros los bienintencionados, sino él y nosotros.
Juan Francisco Marín Piguave
Guayaquil

Ante el cercano proceso electoral nacional recuerdo a los votantes apáticos y preocupados, convencerse de que no solo somos los registrados del Registro Civil, pues la soberanía está en nosotros para aglutinarla entre todos, calificar personalmente a los candidatos preferidos con los requisitos de la Constitución y leyes, y no con los interpuestos por ciertos políticos como por ejemplo de que al menos hayan administrado una tienda, tengan un quilate intelectual, etcétera.

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Escojamos convencidamente al descubrir propuestas serias de interés nacional, sin dejarnos atrapar por las propagandas electoreras. Hay que sufragar sin abandonarse en la confianza de que los candidatos actuarán como lo necesitamos, y vigilar que cumplan sus ofrecimientos.
El éxito no es del elegido, ¡es nuestro! Más que los currículos rimbombantes, necesitamos seres honestos, interesados en lograr el bien general.
Bayardo Montalvo García
Quito