La estabilidad política del Gobierno del presidente Eduardo Duhalde sigue amenazada por el polvorín social en el que se convirtió Argentina a raíz de una de sus peores crisis económicas en cien años, señalaron analistas.
Una vez más, como lo viene repitiendo desde que fue elegido el 1 de enero por el Congreso para concluir hasta diciembre del 2003 el mandato inconcluso del derribado mandatario Fernando De la Rúa, Duhalde admitió el lunes pasado que el país “está en terapia intensiva, fundido, refundido, sin un peso en la caja de Hacienda”.
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Para colmo, el ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, renunció ayer y con él todo el gabinete puso en consideración del presidente la disponibilidad de sus cargos.
“Yo creo que no le tienen confianza a Duhalde. Arrancó diciendo muchas barbaridades. Pero aún echándose atrás dejó el sabor de un régimen en el que no se puede confiar”, declaró Ricardo Hausmann, ex economista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
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Hausmann sostuvo que “el Gobierno de Duhalde nació con el pecado original y tiene que revertirlo con acciones fuertes y no con cuentagotas”, al recordar que hubo declaraciones de Duhalde contra el modelo económico de De la Rúa, cuyo régimen cayó bajo la presión popular.
“La política de las actuales autoridades no resuelve ninguna de las cuestiones pendientes y, antes bien, las agrava”, dijo Abram Gak, director del Proyecto Plan Fénix de recuperación de la economía.
“La posible revuelta social es el factor que más teme el presidente. En la segunda mitad del año en curso, con un desempleo en el 25% y una inflación acumulada de 30%-40%, no es descartable una rebelión popular con saqueos”, afirmó Alfredo Ferrarini, analista de Cohen Sociedad de Bolsa.