Pelear para comer y así sobrevivir. Esa fue la razón que llevó a Eugenio Espinoza al mundo del los cuadriláteros. Los ingresos de sus progenitores no alcanzaban para alimentar a los siete hijos.
“Habían conocidos que me daban un pan, un plátano o un helado, para pegarle a otro niño, yo aceptaba porque necesitaba alimentarme”, recuerda el ex pugilista.
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Fue el cuarto mejor peleador del mundo en la categoría welter. De sus gloriosas conquistas, solo un álbum descolorido y maltratado queda. Refundido en el cajón de los recuerdos, que llena de nostalgia y melancolía a su protagonista.
A fuerza de golpes se ganó el respeto de amigos y rivales. Así constituyó la fuente de ingreso para sustentar el hogar que formó a los 23 años con María Piedad Alfaro.
Los diarios trotes por la montaña de Cruz Loma y los ejercicios como estibador, le permitieron desarrollar una respetable musculatura. Nunca fue a un gimnasio y tampoco tuvo un entrenador que lo prepare. Tras sus primeras peleas en Ecuador aparecieron los empresarios para promocionarlo.
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Los escasos conocimientos académicos (llegó a segundo grado de primaria), lo hicieron presa fácil para ellos. Las cuantiosas bolsas que logró, no fueron canceladas en su totalidad, ni a la fecha acordada. Enfrentar a grandes figuras de la década de los 60, como el estadounidense Eddy Perkis, el venezolano Morochito Hernández, el colombiano Rocky Valdez, el panameño Ismael Laguna, no le dejaron réditos económicos.
El campeón, como se conocía a Espinoza, debió esperar varios meses para lograr algunos centavos, que apenas alcanzaron para vivir. Cobrar fue un verdadero vía crucis. “No tenemos plata. Tome esto, el resto le damos el próximo mes”, fue la frase que más escuchó en la actividad.
Esos incumplimientos lo dejaron prácticamente en la calle. Tan solo con el reconocimiento de amigos y vecinos. “Ni siquiera las medallas fueron auténticamente de oro para poder venderlas. Lo que tengo son solo recuerdos”. También apadrinó a varios niños, jóvenes y adultos, en bautizos, primeras comuniones y hasta matrimonios.
Pero hoy, a sus 65 años, no tiene ni una vivienda propia. Los 200 dólares que recibe mensualmente, como administrador del gimnasio de Chimbacalle, al sur de Quito, apenas le alcanzan para cubrir la alimentación de él y su esposa. Los cuatro hijos que procrearon, hoy muy poco se ocupan de ellos. El gimnasio que cuida, es el techo que le cubre, una vivienda sin comodidades. Apenas con lo indispensable para habitar: una cama, una cocineta y ollas bastante desgastadas.
Solo una luz ilumina su rostro al cerrar el álbum. La esperanza de que las pensiones vitalicias para las glorias del deporte nacional se incrementen. Por ese rubro actualmente percibe 4 dólares mensuales. El proyecto ya aprobado en el Congreso Nacional, sube a 210 dólares y solo resta la aceptación del Ejecutivo para que entre en vigencia. “Ojalá esta vez se concrete y así pueda finalmente tener mi casita”.
MUY PERSONAL
Nombres: Eugenio Valdomero
Apellidos: Espinoza Hidalgo
Fecha de nacimiento: Tulcán, 29 de agosto de 1937. A los 8 meses lo llevaron a Riobamba, donde vivió 7 años. De ahí viajó a Quito.
Lugar de residencia: Quito.
Edad: 65 años
Casado con: María Piedad Alfaro.
Tiene cuatro hijos: Liliana, Fernando, Xavier y Pablo. Ninguno de los varones siguió los pasos boxísticos de su padre.
El mayor logro: Estar en el cuarto puesto de la clasificación mundial en la década del sesenta.
Países que lo vieron pelear: Colombia, Perú, Panamá, Filipinas, Tokio, entre otros.
Enfrentó a figuras de la talla de: Ismael Laguna, Flash Elorde, a los dos les ganó. También midió a Eddy Perkis, Morocho Hernández, Rocky Valdez, René Barrientos, Mario Rossito, Pippermint Frazer, Próspero Odar.