El aspirante disidente del opositor Partido Liberal y favorito en las encuestas sobre la intención de voto para las elecciones del 26 de mayo próximo, se salvó de morir el domingo tras la explosión de un poderoso artefacto cuando se dirigía a una reunión con dirigentes políticos regionales, en la norteña ciudad de Barranquilla.
Con algo de ironía, Uribe Vélez dijo a los periodistas: "Barranquilla me ha salvado la vida dos veces. Es una ciudad alegre, expresiva, que vive en paz y por eso quizá baja la guardia fácilmente, pero la quiero mucho porque me salvó".
El domingo el candidato sólo sufrió dos golpes en el cuerpo, pese a que la camioneta con alto blindaje en la que viajaba quedó destruida y a que la explosión provocó la muerte a tres personas y dejó heridas al menos a otras veinte, según el informe del Ejército.
El segundo atentado que sufrió ocurrió también en Barranquilla en noviembre del año pasado, mientras Uribe viajaba desde la localidad de Galapa y una carga explosiva fue detonada con antelación cuando su vehículo pasaba cerca de un carro tirado por un burro.
El tercer atentado fue descubierto el seis de enero pasado en Medellín, segunda ciudad del país, cuando la policía capturó a un presunto guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), quien confesó que iba a asesinar a Uribe.
El ocho de septiembre pasado en Bogotá, fueron detenidos cuatro presuntos rebeldes de las FARC con armas y explosivos, entre ellos dos "Biblias bomba" que iban a ser detonadas en la sede política de Uribe mediante dos teléfonos celulares.
Este atentado lo denunció el presunto insurgente de las FARC Diego Serna, un desertor que no sólo se infiltró en la campaña de Uribe sino entre los escoltas del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, durante una visita oficial a Bogotá en mayo de 2000.
Uribe Vélez, de 49 años, ha sido uno de los más fuertes opositores de la política de paz del presidente colombiano, Andrés Pastrana, y en su campaña electoral asegura que el país necesita "un Gobierno con autoridad, porque llevamos muchas décadas sin ella".
Pero más que eso, lo que en Colombia ha imperado es la impunidad, desde que el nueve de abril de 1948 fuera asesinado el aspirante presidencial del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán, que inició una cadena de crímenes contra los líderes del país.
En la campaña presidencial de 1990 fueron asesinados los candidatos Luis Carlos Galán, del Partido Liberal y máximo favorito para ganar los comicios; el ex guerrillero del M-19, Carlos Pizarro; y el líder izquierdista Bernardo Jaramillo Ossa.
Estos crímenes permanecen impunes, a pesar de que las autoridades señalaron como responsables a los carteles de la droga, que adelantaban una oleada terrorista para evitar que sus "capos" fueran extraditados a Estados Unidos.
En el caso de Alvaro Uribe Vélez, las autoridades presumen que los atentados han sido perpetrados por las FARC, que lo declararon objetivo militar por su política de mano dura contra la subversión.
Uribe adoptó una postura rígida hacia los grupos armados ilegales desde que el 14 de junio de 1983 las FARC asesinaran a su padre, un reconocido hacendado.
A partir de entonces y a lo largo de su carrera política, Uribe ha denunciado que las FARC han intentado asesinarlo al menos 15 veces.
Sin embargo, admite que eso no le preocupa tanto como la posibilidad de que en Colombia sigan reinando la corrupción y la impunidad.