La mancha blanca del camarón interrumpió el desarrollo de Pedernales y el norte manabita.
Richard Angulo vive y se lamenta más que nadie la experiencia de la prosperidad y el ocaso de la producción camaronera en Pedernales y toda la zona norte manabita.
En su casa de Puerto Tizal, el otrora centro más importante de Manabí en producción y comercialización del crustáceo y ubicada a 8 km de Pedernales, Richard recuerda con nostalgia la época, hace unos cuatro años, cuando los contratos para transportar camarón por el estuario del río Cojimíes le impedían descansar al menos un día al mes.
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“Eran tiempos de prosperidad y riqueza porque con mis cinco botes ganaba hasta un millón de sucres diarios y vivíamos como ricos”, dice.
Como ricos y en una de las regiones más prósperas de la costa manabita vivían los ciudadanos de Puerto Tizal y Pedernales, hasta el invierno de 1999 cuando la plaga de la mancha blanca los sorprendió y empezó a desolar alrededor de 20.000 hectáreas de piscinas del crustáceo ubicadas en los alrededores del estuario del río Cojimíes.
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“A nosotros nos ha costado tanto porque nunca habíamos tenido una crisis de esta magnitud, solo conocíamos lo bueno”, refiere Oswin Crespo, un conocido productor de camarón, empresario y agricultor de la zona.
Cuando la prosperidad camaronera les sonreía, en Puerto Tizal se comercializaba hasta 9 millones de dólares mensuales y era el mejor camarón del país, porque las aguas del Cojimíes prácticamente estaban libres de contaminación, menciona Crespo.
El progreso sonrió a Pedernales. Habían cinco sucursales bancarias, coches de lujo circulaban por calles polvorientas, los hijos de los productores estudiaban en el exterior y la gente empezaba a levantar edificios, como en ningún cantón manabita con menos de 10 años como cantón.
Pero ahora todo es diferente, recalca, Crespo. Con la mancha blanca si se cogían unas 6 libras en 60 hectáreas era bueno; en otras piscinas no se capturaba nada, todo el animal se moría por la enfermedad.
Sin embargo, desde hace dos años los camaroneros se recuperan, no porque desapareció la plaga sino porque los biólogos implementaron un método de selección genética, el uso de crustáceos juveniles que han sobrevivido a la enfermedad, explica Crespo.
Ahora Puerto Tizal y Pedernales añoran la época próspera, que talvez no vuelva.
Viviendas y negocios están abandonados
PUERTO TIZAL
A diferencia de lo que sucedía hasta 1999, Puerto Tizal es ahora una población fantasma porque sus viviendas y los negocios han sido abandonados.
“Los comedores desaparecieron y los negocios que vendían insumos han cerrado definitivamente sus puertas porque no hay a quién ofrecerle esos productos”, dice Richard Angulo, quien alquilaba sus canoas para sacar el camarón por el estuario del río Cojimíes.
En el centro de Pedernales la situación es igual. Muchos negocios han cambiado y los que quedan para servir al camaronero, son pocos.
El 50% de los negocios quebró e incluso las grandes empresas quedaron tambaleando”, según el empresario Álvaro Zambrano.
Algunos moradores que todavía quedan en Tizal han pedido que la Municipalidad de Pedernales, al menos lastre la vía, de manera que el puerto tenga las facilidades para la pesca deportiva y para que el sitio se convierta en un balneario más del cantón.
Los pobladores del sector, quienes laboraban en las camaroneras, debieron volver a la pesca artesanal o la agricultura para poder sobrevivir junto a su familia. Otros, desengañados, han emigrado a otras ciudades manabitas o del resto del país en busca de trabajo.
TIZALES
Puerto Tizal está ubicado a 8 kilómetros del centro de Pedernales, al noreste, en la vía marginal costanera que conduce a Esmeraldas.
En la zona camaronera de Puerto Tizal, Pedernales y el norte manabita se producía hasta 1999 un estimado de 45 millones de libras de camarón anual, antes que aparezca la mancha blanca.
Entre los años 2000 y 2002, con la presencia de la enfermedad, la producción bajó a las 22,5 millones de libras de camarón.
Los pocos productores que quedan en la zona están invirtiendo en sembríos de papaya y limón para la exportación, en ganadería; y otros, levantan hoteles para atender a los turistas.
Ellos piden el lastrado de vías, pues consideran que la zona tiene atractivos turísticos inexplotados que serían en el futuro la nueva fuente de ingreso y prosperidad.