Regresaba a Salinas y observé que las luces de neón ya no estaban a la entrada, en cambio frente a un comisariato se había construido un paso aéreo peatonal, en consideración a los niños muertos por accidente en los últimos cinco años.

Se me ocurrió entrar a Muey, Santa Rosa y Anconcito y todas las calles estaban, unas asfaltadas y el resto rellenas con cascajo bien compactado, ni había un solo charco. Las cantinas, centros de diversión y aún los bailes en las calles, terminaban su tertulia a la hora ordenada.

La basura se recogía todos los días; ya no había cerdos o vacas deambulando por las calles.

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En La Milina, Santa Paula y Las Dunas, se podía caminar en las calles y no con el agua al tobillo. Los policías estaban por doquier cumpliendo sus funciones y los vigilantes de la Comisión de Tránsito del Guayas, se dedicaban a controlar el tráfico. Los buses no corrían a 100 km/h  en la calle del malecón.

Ahora todas las calles de salinas eran transitables, ¡qué bello era mi nuevo Salinas!, y Puerto Aguaje estaba limpio.
En eso sentí que una lengua me lamía la cara, y me desperté; era mi perro a las 05h00 que me recordaba que teníamos que salir a caminar.

¡Qué lástima! Todo era un sueño.
Ing. Felipe De la Cuadra M.
Salinas