El ministro de Turismo, Niels Olsen, anunció que llegará un artista que va a revolucionar ese sector económico en Ecuador. Ni Fidel Castro en su uniforme militar, con sus botas de campaña, entró en La Habana para alzarse con el poder como líder de la Revolución cubana con tan poco esfuerzo, pero quizás los tiempos han cambiado. Ahora las revoluciones de Estado son pop. Por eso, el nombre sería divulgado en el concierto de Luis Miguel, que estaba previsto para anoche.

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Es obvio, aunque aparentemente hace falta destacarlo, que una revolución turística requiere mucho más que una sola golondrina. De momento, sufrimos los embates de un fenómeno de El Niño anunciado con mucha antelación. El día martes no dejó de llover por nueve horas en Guayaquil, donde las inundaciones se llevaron los enseres de los habitantes en barrios como Posorja. La lluvia no viene sola. Como consecuencia de la falta de prevención por parte del Estado, junto con los altos índices de pobreza alrededor del país, Ecuador tiene más de 5.000 casos diagnosticados de dengue en las primeras seis semanas del 2024; y donde hay dengue hay chikunguña y zika. Como estas últimas enfermedades realmente no se diagnostican en el país y se diagnostican con dengue solo quienes tienen los recursos o tienen un cuadro que amerita hospitalización, la situación es todavía más desesperada de lo que creemos.

Las advertencias de la Embajada de EE. UU. dejan claro el panorama del país: “El sector turístico está regulado de forma desigual y no es habitual que se realicen inspecciones de seguridad de los equipos y las instalaciones. Las zonas/actividades peligrosas no siempre están identificadas con la señalización adecuada, y el personal puede no estar formado o certificado ni por el Gobierno anfitrión ni por autoridades reconocidas en la materia”.

El trabajo de ese ministerio no es sencillo en las circunstancias dadas, pero no es razón para que su titular haga declaraciones tan desatinadas.

Una verdadera revolución turística implicaría desde limpiar las calles de las ciudades del país hasta monitorear adecuadamente los hoteles, operadores y pequeños negocios de guianza. También implica tomar mayor control del entretenimiento en lugares como las islas Galápagos, cuyos visitantes y habitantes tanto humanos como animales recientemente fueron víctimas del grosero desenfreno de la alcaldesa de Santa Cruz, incumpliendo una ordenanza de su municipio.

El turismo no puede depender de campañas y promociones que buscan atraer un público incauto que llegará para enfrentarse a la cruda realidad de nuestro caos y desparpajo. De hecho, tanto la violencia generalizada en el país como la declaración de conflicto armado interno para combatirla han provocado un decrecimiento en el número de turistas internos y seguramente también de aquellos que llegan del extranjero.

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Solo si el artista tan anhelantemente anunciado por Niels viene a combatir la inequidad, a imponer el peso de la ley, a brindar una educación de calidad e inclusiva, a ampliar la cobertura de salud con servicios de calidad y a crear empleo podría darse una revolución turística. El trabajo de ese ministerio no es sencillo en las circunstancias dadas, pero no es razón para que su titular haga declaraciones tan desatinadas. (O)