Todas las interpretaciones que se han hecho del nombre Quito son especulaciones, probablemente la auténtica traducción esté perdida para siempre. La que más visos de ser verdad parece tener es la que sostiene que significa “sol recto”. Hasta cierto punto ha sido aceptada; se ha levantado un monumento celebrando esta etimología, que hace coincidir el nombre que tuvo todo el país ancestralmente, con el nombre moderno, racional y científico de Ecuador. Somos la tierra del sol recto, de la luz, de la energía, sin embargo, ¡oh paradoja!, la república está a oscuras, sometida a apagones y racionamientos, como si el sol ya no llegase recto. ¿Estoy mezclando cosas distintas? No tanto, porque todas las energías que usamos los humanos provienen del sol: la hidroeléctrica, la de hidrocarburos, la eólica y la de biocombustibles. De las realmente utilizables la única que no tiene origen solar es la nuclear, pero a raíz del accidente en Chernóbil ha sido satanizada, a pesar de que lo que falló no fue la tecnología atómica, sino el socialismo, que es lo que debe satanizarse.

Solo nos salva san Pedro

¿Son una opción las baterías solares? Bueno, es una posibilidad que al momento tiene altos costos de almacenamiento, lo que hace difícil su sostenibilidad económica. Estos proyectos no han conseguido hasta la fecha ser la principal fuente energética en ningún país, pero podrían ser viables en el futuro. Por eso son inaceptables las restricciones estatistas que la casta político-burocrática, que se cree dueña del sol, ha impuesto a la iniciativa privada en este campo. No se puede divagar y presentar soluciones que tardarán varios años en estar operativas, mientras los sistemas de hemodiálisis y otros dispositivos médicos de los hospitales se paralizan, mientras se les hacen agua los helados y se les dañan los cebiches a miles de pequeños emprendedores.

Ecuador: de crisis en crisis

Tampoco se debe satanizar al actual Gobierno con pocos meses en el poder, porque heredó un problema secular y recurrente. ¿Es que debió prever? En el mandato del anterior gobierno se hicieron intentos de contratar barcazas o buques planta para paliar las bajas de generación. Pero la maraña tramitológica impidió que se concretara esa posibilidad. Y ahora, ya con el problema encima, apenas se habla de barcazas, se alborotan las gallinas de pelea condenando dicha posibilidad, ya me imagino la que hubieran armado si se las hubiese traído en “previsión”, en este país donde tal palabra no existe. Sí es un sistema costoso, pero como suele decirse “la electricidad más cara es la que no se tiene”. Claro que a mediano plazo se debe intentar una solución al problema de fondo. ¿Cuál es este? El sistema estatista del manejo de la producción y distribución eléctrica. Esta visión concentró la “matriz energética” en presas hidroeléctricas, obra favorita de los políticos populistas, porque sus dimensiones impresionan a la mentalidad aldeana y más que vatios generan votos. También son las preferidas por la casta burocrática, porque facilitan el control del apetecido sector energético. Unos y otros se frotan las manos con cada nueva megaplanta, que con sus megacostos dejan significativos “rendimientos marginales” para repartir entre amigos. (O)