Hasta principios de los noventa, el Banco Central del Ecuador (BCE) dirigía el comercio internacional y administraba el uso de los dólares: incautaba los dólares de los exportadores y pretendía ser el único proveedor de estos a los importadores. Esto se realizaba bajo el supuesto de que así serían mejor utilizadas las escasas divisas.

Para importar en ese entonces era necesario primero obtener una autorización de importación del BCE, luego depositar los recargos de estabilización monetaria, cuyo valor variaba según el tipo de bien que deseaba importar. Además, el importador debía realizar en el BCE un depósito equivalente a un porcentaje alto del total de la importación, más un depósito anticipado por el pago de derechos arancelarios. Si el proveedor extranjero demandaba un pago a la vista, el importador debía conseguir también este dinero. De tal manera que, para importar, el emprendedor debía tener varias veces el valor de la importación. Esta situación es muy similar a aquella que padecen actualmente los argentinos.

¿Qué pasa con los precios?

Primeros meses del 2024: ¿buenos o malos?

Pero durante el gobierno de Sixto Durán-Ballén, en septiembre de 1993, se implementó una reforma que removió al BCE de las operaciones de comercio internacional. De esta manera, ya no era necesario pedirles permiso a los burócratas del BCE para poder importar, ni depositar anticipadamente recargos de estabilización monetaria, derechos arancelarios y un porcentaje elevado del valor de la importación. Además, los importadores ya no estaban sujetos al arbitrio de los burócratas del BCE que decidían a qué tipo de cambio se realizaría la importación y los exportadores dejaron de estar sujetos a la incautación de divisas. El BCE dejó de administrar los dólares disponibles, quedando así los exportadores, importadores y otros demandantes de dólares sujetos a una disciplina de mercado.

Por supuesto, continuaron la inflación y los problemas en el sector bancario, pero se facilitó el comercio. Aumentó la competencia de monedas, principalmente entre el sucre que gozaba de curso forzoso y el dólar. Habiéndose eliminado el monopolio de acceso a los dólares, se facilitó la apertura comercial que se vería todavía más fortalecida con el ingreso del Ecuador a la Organización Mundial del Comercio en 1996.

Generosos con plata ajena

Todo esto sucedió antes de que se considerara seriamente la posibilidad de dolarizar la economía. Pero es una experiencia interesante para ilustrar cómo el control cambiario sirve para obstaculizar el comercio y cómo eliminar el mercado libre de cambio perjudica todavía más una economía con alta inflación. En Argentina persiste el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC) del Banco Central de la República Argentina (BCRA). Pero el mercado de cambio en ese país no es ni único ni libre, se continúa controlando el acceso a “la mercancía contra la cual se cambian todas las demás”, en palabras de Juan Bautista Alberdi. Estando las cosas así habrá pocos incentivos para que los actores económicos traigan sus dólares de vuelta –algo importante considerando que los argentinos mantienen aproximadamente $ 277.793 millones fuera del sistema financiero nacional, el equivalente a diez veces las reservas que ha logrado acumular el BCRA–.

Sin esperar dolarizar, Argentina podría implementar una reforma similar a la que Ecuador adoptó en 1993. (O)