El 1 de enero de 1959, tras la huida del dictador Fulgencio Batista, triunfó la revolución cubana liderada por Fidel Castro Ruz, quien entró victorioso en La Habana, el 8 del mismo mes. En abril de 1961, Fidel proclama el carácter socialista de la revolución y el 1 de diciembre confirma que se trata de una revolución marxista leninista. A partir de ese momento recibe el respaldo de la Unión Soviética y el rechazo de Estados Unidos, que incluso lo manifiesta, más tarde, con el embargo comercial.

Castro, líder carismático indiscutible de la revolución, se convierte también en líder e inspiración de la izquierda de otros países de América Latina. Los cambios en la concepción del Estado y su papel en lo económico y social de la vida colectiva son determinantes para el apoyo interno y el rechazo de quienes incluso abandonaron su país.

Cualquiera que sea el criterio que se tenga del gobierno de la revolución cubana, es innegable que Fidel, al mando casi 50 años, fue el referente único para dos generaciones de cubanos y el consultor y apoyo de quienes soñaban con una América Latina socialista. La historia del continente no podrá prescindir de la figura e importancia de Castro.

Hoy, Fidel ya no está. Su ausencia marcará una nueva etapa en la vida de los cubanos y de la izquierda latinoamericana. Él será juzgado por la historia, lo que sigue en la vida de su pueblo lo decidirán los ciudadanos que tendrán que aprender a vivir sin su líder. (O)