Usted siempre querrá ser el mejor padre o madre para sus hijos y estar allí para brindarles todo lo que necesiten, e incluso, aquello que quizás usted no logró disfrutar en su infancia o adolescencia y le habría gustado tener.

Pero esa buena y honorable intención puede volverse en su contra y de su familia si no logra equilibrarse con la transmisión de aquellas enseñanzas que serán útiles para sus hijos en la vida adulta, entre ellas, la tolerancia a la frustración y a la postergación.

“Si los hijos reciben todo lo que quieren y en el tiempo que quieren, entonces estamos fortaleciendo el egocentrismo”, resalta la psicóloga clínica Mónica Llanos, quien agrega que ese impulso de los padres por contentar constantemente a sus hijos puede tener un origen más profundo.

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“La actitud de complacencia definitivamente empieza en los padres, guiados por sus propias frustraciones y sentimientos de culpa, por querer compensar algo que ellos no recibieron”, dice. “Por ello es importante sanar para no cometer errores con nuestros hijos, que nos lleven a actuar desde el dolor y no desde el amor y responsabilidad en su formación”.

Que sus hijos sepan tolerar la frustración y postergación será esencial para su vida adulta.

¿Cómo descubrir si se ha cruzado el límite? Aunque cada menor puede evidenciar distintos comportamientos, la reacción más común es el berrinche cuando no recibe el objeto, el permiso o la decisión que espera.

“Reacciona en forma agresiva hacia sí mismo, hacia las cosas que lo rodean, los animales u otras personas”, precisa la especialista. “El niño que está acostumbrado a que le den lo que desea llegará a querer manipular a sus padres con sus reacciones y comportamiento. Si los padres ceden, se vuelve un círculo vicioso.

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La manipulación, continúa Llanos, es uno de los primeros recursos que pueden utilizar los menores frente a su frustración. Por ello, los adultos deben apropiarse de su rol, ejercer autoridad y establecer normas claras y consistentes. En el caso de los más pequeños, sí serán los padres quienes tengan la última palabra.

Es importante saber que, en la mayoría de los casos, el niño no entiende el concepto o el mecanismo de manipulación como lo interpreta un adulto. Simplemente se apegan a la dinámica como han entendido que funciona su mundo. Es decir, su familia funciona a partir de lo que él exige o demanda.

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Y si no se corrige a tiempo, luego esperará lo mismo de sus futuras relaciones laborables o personales como adulto.

Los negociables y no negociables

En opinión de la psicóloga Denise Terán, para llegar a acuerdos, es necesario que usted escuche también a sus hijos, especialmente quienes ya están cursando o se acercan a la adolescencia.

“Sugiero que los hijos deben de poder decir lo que piensan y sienten, aunque no siempre se decida en función de ello”, subraya. “Cuando los padres validan lo que los hijos opinan, piensan o sienten, estarán contribuyendo significativamente a la seguridad de sus hijos”, destaca.

El diálogo, propone la especialista, puede girar alrededor de aquellos asuntos que serán negociables entre los menores y sus padres, y aquellos que no. “Es decir, habrá aspectos en los que ellos tienen que obedecer sin negociación y en otras ocasiones los padres pueden flexibilizarse y ceder”.

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Entre los temas que no deberían ser negociables, Terán incluye todo lo que represente un riesgo para su bienestar:

- El uso indiscriminado del internet.

- Permitirles tener amigos virtuales sin ninguna guía sobre qué información pueden y no pueden proporcionar.

- Irse con extraños que se hagan pasar por amigos de los padres.

- Guardar secretos que un adulto o familiar pida que no se lo cuenten a los padres.

- Jugar sin supervisión de adultos.

- El consumo de sustancias nocivas para su salud.

- Que en cada salida haya que comprarles un juguete nuevo (para los infantes).

- Darles dispositivos electrónicos sin ninguna regla o guía sobre su uso.

El acceso indiscriminado de internet es un 'no negociable' en la familia.

“Cuando los padres se comunican desde un lugar de respeto hacia la subjetividad del hijo, con un tono formal y respetuoso, el hijo va a recibir bien la información y, aunque no le agrade del todo la regla o prohibición, entenderá de algún modo que los padres intentan protegerlos”, agrega.

Si el diálogo no prospera, dice Terán, entonces los padres deben reflexionar sobre a qué tiene acostumbrado a su hijo, ya que por la vía del respeto no logra adherirse a las reglas.

“Algunos padres dicen que sus hijos ‘solo a las malas comprenden’, pero son los adultos de esa familia quienes deben cuestionarse en qué parte se falló al instaurar la disciplina”, advierte.

Su amor no se mide por lo material

Para Mónica Llanos es importante contraponer otros actos significativos de amor e interés hacia nuestros hijos frente a aquello que podamos comprarles, incluyendo las reglas que también son una expresión de cuidado hacia ellos.

“A nuestros hijos debemos hablarles con la verdad y con claridad para que no asocien las cosas materiales como muestras del amor que les tenemos, que aprendan desde pequeños a valorar otras formas de demostrar amor como los abrazos, la preocupación por ellos, el tiempo compartido, los detalles, entre otros”.

Y si es usted quien siente frustración por no poder darle todo lo que quisiera, recuerde que instaurar en ellos valores como la generosidad, el deseo de ayudar, la gratitud y el aprecio por cada detalle de la vida es el mejor ‘regalo’ que puede hacerle a largo plazo.

Comunicación y confianza

“Siempre será mejor cuando un hijo llora, se enoja, demuestra tristeza o malestar frente a algo que ha solicitado y que no ha recibido que cuando no demuestra nada”, dice Denise Terán. Algunas señales para que estén atentos pueden ser:

- Aislamiento: prefiere estar solo en un espacio que sea suyo como su habitación.

- Pretender ignorar lo que rodea, usa audífonos o inclusive enfocándose mucho en los estudios.

- Duermen más de lo regular.

- Se mantienen silenciosos.

- Evita planes familiares o sociales.

- Su rostro expresa seriedad o, en su defecto, tiene comportamientos impulsivos.

Aterricen juntos las expectativas

Las familias deben contar con espacios de comunicación, de preferencia a diario, donde todos puedan comentar cómo estuvo su día.

En esa rutina los padres pueden enterarse sobre aquellas cosas que los demás tienen y que sus hijos desean y llegar a acuerdos respecto a en qué momento podrán tenerlo, o en su defecto, si los padres consideran que no es posible, el diálogo puede ayudar a sus hijos a ser empáticos con las posibilidades de sus padres.

Por otro lado, cultivar el agradecimiento desde pequeños hará que se preparen para la adversidad. Ser agradecidos les permite visualizar cada día como un regalo, una oportunidad.