El divorcio es uno de los acontecimientos más estresantes de la vida familiar. De por sí es un suceso bastante complicado para los adultos. Para los niños, el impacto es mucho mayor. “Incluso los divorcios amistosos provocan tristeza y confusión para ellos”, resalta la médico y autora de salud mental norteamericana Kristen Fuller.

Por lo tanto, uno de los mayores desafíos de los padres que están pensando en divorciarse, están en un proceso de divorcio o después del divorcio, es poner al frente y en el centro la crianza de sus hijos. No hacerlo, traerá consecuencias negativas no solo a corto plazo, si a lo largo también.

Para Margarita Toral de Martínez, psicoterapeuta de familia y de pareja en Guayaquil, los esposos primero tienen que evaluar que su última opción realmente sea el divorcio, justamente por los impactos que tendrán en su vida y en la de sus hijos.

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“Recomiendo a los adultos que vayan a una terapia, que busquen ayuda juntamente o por separado, para ellos sanar en medio de la decisión muy dura que están tomando. Para que los dos salgan fortalecidos como personas y que no queden con heridas, que luego las transmiten a sus hijos desgraciadamente si no hacen un buen proceso de divorcio”, resalta la psicóloga.

Hijos entre fuego cruzado

Una joven molesta e infeliz sentada en un sofá atrapada en medio de la tensión por la discusión de sus padres en la sala de estar. Foto: Shutterstock

Otro paso básico durante el desarrollo de un divorcio es tomar conciencia de que los menores nunca deben encontrarse entre fuego cruzado de los mayores; es decir, estar en la mitad de una pelea o discusión. “Por más chiquitos que sean, se dan cuenta cuando su papá y mamá se miran con odio, cuando dicen una palabra de más, o en un tono agresivo”.

Aquí también entra el evitar poner a los pequeños en contra de uno de los progenitores. Entonces prohibido queda usarlos de recaderos y referirse al otro padre con apodos o calificativos ofensivos. Por ejemplo, abstenerse de decirle a los niños “dile al zángano de tu padre que...” o “dile a la vaga de tu madre que...”

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“Los niños se sienten mal por esta forma de hablar de una persona a quien ellos aman y tienen que amar, para ellos poder ir creciendo sanos y seguros emocionalmente. Tienen que amar y sentirse amado por sus dos padres”, destaca Toral de Martínez.

“Un niño para crecer sano y fuerte emocionalmente necesita amor de ambos padres, pero también estabilidad, así como el reconocimiento de su padre a su madre y de su madre a su padre. A veces, por ejemplo, creemos que debemos hacer que el hijo se dé cuenta que yo soy la buena y que él es el malo, entonces le hablo mal de su padre constantemente”, reconoce la especialista Toral. “Pero no necesitan eso para su desarrollo, sino más bien necesitan que sus padres sean todo lo bueno, todo lo maravilloso, y todo lo fuertes y admirables que puedan ser, divorciados o no, incluso aunque su padre o su madre no lo merezca, el niño los necesita para su seguridad propia”.

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Cuando uno de los progenitores habla mal del otro, destruye esa imagen necesaria que le da la fortaleza y confianza de que está en un ambiente seguro y protegido.

Otra situación importantísima para la convivencia es hacerles entender que los culpables (de la separación) no son ellos, por que es común que los pequeños empiecen a asociar el divorcio de sus padres con su comportamiento, si se portaron mal, gritaron, desobedecieron, no quisieron comer la comida o hacer los deberes. Esto los confunde y los hace sufrir, porque se sienten responsables de la infelicidad de sus seres queridos.

Disciplina y valores en casas separadas

También es crucial que ninguno de los dos padres se vaya en contra la disciplina del otro progenitor, para ganarse la mayor simpatía de su hijo, porque eso a la larga le genera inestabilidad y caos.

“Nunca dejarán de ser papá y mamá y por lo tanto tienen que seguir siendo un equipo. Este equipo tiene que ponerse de acuerdo en las reglas que naturalmente van a ir cambiando a lo largo de la vida, siempre poniéndose de acuerdo en los valores que los unió cuando estaban enamorados”.

Este debe ser un motivo de negociación vital en la separación, que no debe sacrificarse porque si uno se va en contra de los valores del otro, solo porque está enojado o resentido, está negando los valores que un día los unió, que fue de ambos.

“Vemos ahora estos chicos que fácilmente se van a las pandillas, así como todos los problemas sociales que estamos viviendo, muchas veces es consecuencia de un mal divorcio. Porque a sus padres no les importó cuánto daño les hicieron al tratar imponer sus voluntades. Y, por otro lado, creen que ponerse de acuerdo es solamente calcular cuánto dinero va a poner cada uno y qué días verán a sus hijos y cosas de ese tipo. Sí, son muy importantes en el divorcio, pero más importante es lo que no vemos y es la seguridad emocional que los hijos, a toda edad, incluso de adultos necesitan de sus padres”.

Para Toral es vital recordar en este tipo de coyunturas que la responsabilidad de los padres con sus hijos es para siempre. Que no se trata solo de alimentarlos y cuidarlos físicamente, sino también emocionalmente y eso es para toda la vida. Esta tarea no se extingue con el divorcio o la separación.

Alienación parental es una forma de abuso

Madre hablando con su hija. Foto: Shutterstock

La alienación parental implica la “programación” de un niño por parte de uno de los padres para denigrar al otro. Todo esto con la intención de debilitar la relación del niño con ese progenitor.

Este concepto surgió hace más de 30 años, desarrollado por el psiquiatra Richard Gardner, que lo llamó el “síndrome de alienación parental”. A decir del sociólogo Edward Kruk, esta característica es un signo de la incapacidad del padre para separarse del conflicto que tiene con su pareja y las necesidades del niño. Tal denigración resulta en el rechazo emocional del niño hacia uno de sus padres, y en la pérdida de un progenitor capaz y sobre todo amoroso en la vida del pequeño.

En un informe que preparó Kruk en el 2013, el también trabajador social reportó que desde entonces existe un consenso académico de que la alienación severa es abusiva para los niños. “Cada niño tiene el derecho y la necesidad fundamentales de tener una relación amorosa y sin amenazas con ambos padres. Que uno de los padres le niegue ese derecho, sin justificación, es en sí mismo una forma de abuso infantil, dado que es el niño el que está siendo violado por las conductas alienantes de uno de los padres. Los niños que han sufrido una separación forzada de uno de sus padres, incluidos casos de alienación parental, están sujetos a estrés postraumático

Kruk puntualiza: “Los niños alienados no sufren menos daños que otros niños víctimas de conflictos extremos, como los niños soldados y otros niños secuestrados, que se identifican con sus torturadores para evitar el dolor y mantener una relación con ellos, por abusiva que sea esa relación”. (F)