A lo largo de muchas generaciones, el hijo único fue considerado como alguien diferente al niño con hermanos, y no siempre de una forma positiva. Se lo calificaba, muchas veces de antemano, de ser engreído, mandón, con escasas habilidades sociales, sensible a la crítica y egoísta. Era como si el hecho de ser hijo único automáticamente lo ubicara en una situación desventajosa con respecto a sus pares.

Como así lo veía buena parte de sus compañeros, es posible que en un alto número de casos el niño único se adaptara a las expectativas de su entorno y de esta manera confirmara que de verdad era diferente a los demás (por no tener hermanos).

En el mundo actual este mito ha venido desapareciendo en la medida en que tenemos más información sobre lo que verdaderamente tiene influencia en el desarrollo intelectual, social y emocional de un individuo, sea hijo único o no. Es verdad que el ambiente familiar es diferente para el niño solo, no teniendo a alguien cercano en edad con quien jugar, aprender, pelear. Sin embargo, este espacio vacío puede nivelarse con base en tener más interacción con sus padres y otras personas adultas que están en capacidad de estimular su crecimiento intelectual y social.

Por supuesto, los padres deben esforzarse en crear vínculos de amistad con otros niños e integrarlo en actividades de grupo para evitar sentimientos de soledad, el apego excesivo a juguetes favoritos que use como sustitutos de compañía (por ejemplo, animales de peluche) o crear amigos imaginarios.

En lo que a salud mental se refiere, está científicamente demostrado que el hijo único no está en mayor riesgo de sufrir algún trastorno por dicha condición. Puede ser buen o mal estudiante, simpático o antipático, popular o impopular con el otro sexo, como cualquier otro niño. No es necesariamente positivo o negativo, pero la influencia de vivir entre adultos y aprender de sus estándares puede dejar sembrada en el niño la noción de tener que ser autosuficiente, autocrítico o individualista.

Esta posibilidad se puede reducir si desde temprano los padres lo integran a actividades de grupo en las que compartir una tarea y lograr triunfos o sufrir fracasos sea aceptado como algo normal en la vida, de lo que debemos obtener aprendizaje. (O)