Aunque su preparación como médicos veterinarios se centra exclusivamente en el cuidado de los animales, a través del proyecto Jornadas laborales en el Centro Integral de Equinoterapia, cuatro estudiantes de la Universidad Agraria ayudaron en la rehabilitación integral de niños con discapacidad a base de terapias con caballos.

A través del proyecto, Mónica Albán, Danna Cuenca, Lizbeth Larrea y Melissa Trujillo, estudiantes de la facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, dieron soporte a las terapistas del centro en las sesiones de bailoterapia, musicoterapia, terapia del deporte, estimulación temprana y equinoterapia.

“Es una labor muy ardua, no solo de las terapistas sino también de los padres. Requiere de mucha paciencia y perseverancia. Al final fue muy gratificante ver los avances que se lograron con los niños”, dice Lizbeth.

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Durante tres semanas, entre febrero y marzo, asistiendo de lunes a viernes al centro, que está en el km 10,5 de la vía a Salitre, desde las 08:00 hasta las 16:00, el grupo se encargó de cuidar que los niños no se lastimaran cuando montaban a caballo, de ayudarlos a repetir los pasos de baile, a manipular los instrumentos musicales, a realizar movimientos físicos y a jugar algún deporte.

“En la universidad aprenden la técnica, pero solo saliendo a trabajar aprenden a conocer el comportamiento del animal cuando son atendidos, y cómo estos interactúan con las personas, algo que es superimportante para desarrollar el significado de bienestar animal”, asegura David Rugel, docente guía del proyecto.

Estas terapias gratuitas ayudan a que 90 personas, aproximadamente, con capacidades especiales, que tienen entre 1 y 20 años, desarrollen facultades motoras e intelectuales acordes a sus necesidades.

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Además, Mónica cuenta que también se encargaron de atender a los caballos antes, durante y después de las clases de equinoterapia. Los bañaban, cepillaban, limpiaban los cascos de las patas y administraban antibióticos en inyección cuando era necesario. “Nunca había tenido contacto con un caballo, entonces empecé desde lo básico. Aprendí a aproximarme a él, a agarrarlo y a conocer la forma en la que debía atenderlo. La limpieza de los cascos no fue nada fácil”, comenta Mónica.

“Fue una experiencia hermosa porque son animales muy amistosos, se percibe su calidez, son afectivos”, añade.

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Cada año la universidad de la mano de su rectora, Martha Bucaram, renueva el convenio de colaboración que mantiene con la Prefectura del Guayas, a través del cual los estudiantes realizan proyectos sociales en los que cumplen con las 320 horas de labor comunitaria necesarias para graduarse, y que en la Universidad Agraria se distribuyen en cuatro proyectos anuales. (I)