No se consideran diferentes ni con discapacidad, ni enfermos. Prefieren el término talla baja y no el uso de la palabra enano, por considerarla peyorativa.

Hoy, 25 de octubre, se recuerda a nivel mundial el Día de las Personas de Talla Baja, condición que en el país la presentan 300 personas, de acuerdo con la Asociación Ecuatoriana de Personas de Talla Baja, creada en noviembre de 2013, con sede en Quito y que cuenta con 27 miembros asociados.

Acondroplasia, síndromes de Laron y de Turner son los trastornos de crecimiento más comunes en el país, sostiene Gerardo Vieras, presidente de la asociación.

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Según Vieras, desde la creación del gremio, el Consejo Nacional de Discapacidades contempla la talla baja como una discapacidad física, lo que ha generado campañas de visualización para este segmento.

El genetista clínico Milton Jijón explica. “La baja talla es una denominación de muchos síndromes, que tienen muchos signos y características, y la más importante y notable de entre todos estos síndromes es la talla baja, que en promedio está entre el metro y metro 20 de estatura”.

La guayaquileña Isabel Uvilla Monserrate es parte de los 300 ecuatorianos con esta condición genética. A sus 51 años y luego de autodescubrirse, formar un hogar y criar a sus dos hijos, Jorge Luis e Isaac Herrera, asegura haberse olvidado de los complejos.

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Para ella, la estatura pequeña no ha sido obstáculo, pero le enseñó a ser fuerte y autosuficiente. Ingresar a una escuela regular a los 10 años, después de haberse educado en un centro especial, fue un choque traumático.

Las burlas y risas de otros niños, que desconocían su condición, la herían y la hicieron sentirse fea hasta la secundaria, en la que, dice, encontró amigas que la defendieron y la aceptaron sin discriminarla.

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Comenta, entre risas, que incluso tuvo muchos pretendientes. “Decían que les gustaban mis ojos”, relata Uvilla, quien laboró por 20 años en un gabinete como manicurista, oficio que ahora realiza de manera independiente.

Se muestra alegre y segura. Se desplaza con agilidad por su casa, en la que, afirma, solo necesita de su banco plástico para realizar las tareas domésticas.

Isaac, su hijo menor, también tiene talla baja. A él, dice, lo lanzó al mundo temprano para que no sienta complejos. “Sí he sentido la discriminación, pero no les hago caso. A veces nos vamos al centro con Isaac y se nos ríen; él me dice: Mira, mami, y yo le digo: Ignóralos, hijo, somos felices porque nos toman en cuenta”, agrega. (I)