En una época en la que los negocios y ciertos papeles teatrales eran reservados exclusivamente para ser representados por hombres, una actriz se atrevió a tomar las riendas de su carrera sin preguntar qué le era permitido y sin pedir autorización.

Este año, Broadway recuerda y celebra el talento y la personalidad de Sarah Bernhardt (Francia, 1844) con la obra Bernhardt/Hamlet, protagonizada por Janet McTeer y escrita por Theresa Rebeck.

La pieza, ambientada en un montaje de Hamlet de finales del siglo XIX, ofrece una mirada tras bastidores del histórico rol de Bernhardt, cuando, en 1899, subió al escenario vestida como el famoso personaje de Shakespeare.

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“Me enviaron la obra para que participara en una lectura y la amé inmediatamente. Es interesante, tiene ingenio, humor y los personajes son fabulosos”, comentó la actriz. “La obra es una celebración a Bernhardt y a su proceso de ensayo, una celebración a las mujeres que se niegan a tomar el camino fácil, al humor, la irreverencia, a la pasión, al amor y al teatro. Y son elementos que yo aplaudo rotundamente”. La obra se presenta en el teatro American Airlines y se mantendrá hasta el 11 de noviembre.

“En estos momentos, el género y el cross-dressing se discuten a nivel cultural en un contexto completamente diferente”, apuntó la dramaturga. “Pero siento que realmente pude ponerme en el lugar de Sarah, en su propia historia, en el momento en que todas esas preguntas comenzaron a elevarse y creo que es vital que todos echemos una mirada al comienzo de esas inquietudes”.

Actriz y empresaria

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Al finalizar el siglo XIX, Sarah era conocida como la actriz más rica y publicitada. Cautivó al mundo con su personalidad y escándalos, pero su comprensión intuitiva del manejo de marca, además de su extraordinario éxito teatral y como emprendedora, estableció un antecedente para las estrellas de hoy.

Sus altos ingresos económicos le permitieron mantener su propio teatro de 1.700 asientos, el cual renovó y decoró por completo. Bernhardt solo actuó en este escenario, donde disfrutaba de un camerino que alcanzaba cinco habitaciones, durante sus dos últimas década de vida, desde 1899 hasta 1923.

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Henriette-Rosine Bernard (nombre original de la actriz) nació en 1844 como la hija de una cortesana judeo-holandesa.

Una de las parejas de su madre fue quien anticipó, en la personalidad de la joven de 16 años, un perfil que encajaría en el mundo teatral. Así, Charles Duc de Morny, hermano ilegítimo de Napoleón III, movió sus influencias para que Sarah asistiera al conservatorio de París y, posteriormente, integrara la Comédie-Francaise (prestigiosa compañía de teatro de Francia).

Debutó en 1862 como protagonista de Ifigenia (obra de Jean Racine) y durante toda su carrera interpretó al menos 70 personajes (masculinos y femeninos) en 125 obras. No dejó de actuar, incluso después de sufrir la amputación de una pierna. Nunca usó prótesis y, en su lugar, dependía de piezas del escenario estratégicamente ubicadas o era movilizada en una silla de seda brillante al estilo de Luis XV.

“No es que prefiera roles masculinos, solo que prefiero mentes masculinas”, Sarah Bernhardt.

Su talento y personalidad la convirtieron en la musa de muchos artistas, entre ellos Oscar Wilde, Edmond Rostand, Marcel Proust y Víctor Hugo, aunque pronto dejaría ese rol pasivo para comenzar a desarrollar su propio talento en escritura, pintura y escultura. Realizó varias giras internacionales a Inglaterra, Estados Unidos y algunas ciudades de Sudamérica, entre ellas Guayaquil, en 1886.

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Sarah fue honrada póstumamente con una estrella en el Hollywood Walk of Fame, en 1960.

Roles disruptivos

Hamlet no fue el único personaje masculino interpretado por la actriz. Otros roles fueron: el rey Ahasuerus (Esther, 1905), Shylock (El mercader de Venecia, 1916) y Cherubino (Las bodas de Fígaro, 1873). “No es que prefiera roles masculinos, solo que prefiero mentes masculinas”, comentó tras interpretar al joven Werther (Goethe), en 1903.