En estos días, aún en pandemia, los estantes de las jugueterías concentran la atención de decenas de padres que buscan el regalo de Navidad para sus hijos. La guayaquileña Cindy Banchón no se cuenta entre ellos.

Desde hace diez días, Cindy no se despega de una cama donde su hija Scarlett, de 4 años, libra una batalla contra el cáncer más agresivo de todos, el glioblastoma multiforme nivel 4, aquel que afecta a 3 de cada 100.000 personas, y en especial a la tercera edad.

Es rara la enfermedad a su edad, me dijo el doctor, porque esos tumores malignos salen a partir de los 10 años, pero ella tiene 4. No sé a qué se debe.

Cindy Banchón, madre de Scarlett

Ella hace un esfuerzo para que no la quiebre la desesperación en que vive desde el 29 de septiembre, cuando su niña comenzó a convulsionar y perdió el conocimiento.

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No era, ese día, su primer quebranto de salud. Al mes de nacida, Scarlett sufrió de un síndrome llamado Coqueluche: “Se quedaba moradita y botaba espuma por la boca, estuvo hospitalizada, pero se recuperó con antibióticos”. Por más de un año, Scarlett creció bien, hasta que empezó a cojear, cuenta su padre Charles López.

“El huesito del fémur no se había pegado al hueso de la pelvis. Le hicimos operar en el Roberto Gilbert y quedó bien”, explica este electricista de 33 años que se quedó sin contratos desde antes de la pandemia y que compra medicinas con lo que gana de los ‘cachuelos’ a sus amigos.

Tras la cirugía de luxación de cadera, recuerda Cindy, fue duro ver a su nenita tres meses enyesada y dos meses más con una férula o tablilla, para que el hueso mantenga su posición. “Luego caminó bien”, dice ella, quien vive con dos hijos de un primer compromiso en el solar 4 de la manzana 306 de la cooperativa Francisco Jácome, en el noroeste de la ciudad.

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Pasaron dos años. Scarlett creció y pudo jugar con sus hermanos y amigos. Aprendió los números y los colores en inglés. Ingresó a los programas del Gobierno Creciendo con Nuestros Hijos (CNH) y se divertía imaginando ser una gran chef cuando cocinaba con sus ollitas de juguete. Ella sueña con tener un juego de cocina, para preparar su plato preferido: arroz con puré y pollo.

Pinta con una destreza que lo hace un niño de 10 años, causa asombro. Pinta árboles, sol, naturaleza, estrellas, luna, figuras geométricas. Todo padre va a decir que su hijo es el mejor, pero Scarlett va más allá, es una niña muy inteligente, es amiguera, no pelea.

Charles López, padre de Scarlett

Él, un hincha barcelonista, recuerda que su niña nació el 30 de septiembre de 2016, a las ocho y media de la noche, cuando Barcelona le ganó a El Nacional 1-0 y se convirtió en puntero del campeonato, que ganó ese año.

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Scarlett nació en la clínica Moisés, en La Prosperina. “Sentí miedo, no quería cogerla, pensé que se me iba a caer. El corazón a uno le palpita de emoción”, recuerda Charles. Hace una pausa y regresa en el tiempo. En septiembre, Scarlett jugaba con su hermano Elías y volvió a cojear, esta vez le temblaba el pie izquierdo. Sus padres pensaron que imitaba un juego, o era una secuela de la cirugía de cadera.

Cindy, de 31 años, se desveló tres noches para captar el instante en que Scarlett sufría los espasmos. Las primeras dos noches durmió tranquila. Pero en la madrugada del martes 29 de septiembre un extraño sonido despertó a Cindy:

“Escuché como si estuviera saboreando algo, le temblaba la manita, botaba babita por la boca, tenía la mirada fija a la derecha, convulsionó diferente, perdió el conocimiento”. Su hija ingresó a Emergencia en el hospital Roberto Gilbert.

Le pusieron sueros y Epamin para controlar las convulsiones y, ese mismo día, sin fiebre, gripe u otro malestar, regresó a casa. “Al otro día la niña gritaba con dolor de cabeza”. Sus padres la ingresaron nuevamente al pediátrico el 3 de octubre.

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A Scarlett le hicieron una tomografía, una resonancia magnética y más estudios. Así le detectaron, lo que parecía, una malformación venosa en el cerebro. La cirugía del 9 de octubre reveló la causa de las convulsiones de Scarlett. “Le sacaron un tumor de 4 centímetros, le hicieron una biopsia y nos dijeron que era un glioblastoma multiforme tipo 4, que es agresivo, sumamente fuerte y que teníamos que iniciar el tratamiento en Solca”, explica Charles.

El lunes 30 de noviembre, Scarlett volvió a convulsionar y de emergencia ingresó a Solca. Estuvo cuatro días en cuidados intensivos y le hicieron otra resonancia magnética donde descubrieron que el tumor había vuelto a crecer.

Scarlett pasó a sala y luego le dieron el alta hasta esperar los resultados de una nueva biopsia. Por las convulsiones no puede caminar y tiene debilidad en la mano derecha. Está más animada en casa, dicen sus padres, donde pinta y juega, antes de volver al hospital.

Cindy, mientras tanto, vive entre la preocupación y el llanto. En Solca le está ayudando, pero ella piensa en mañana.

No tengo ningún bono y mi esposo está sin trabajo, yo quisiera que el Ministerio de Salud me ayude, que la deriven aquí, porque yo no tengo cómo cubrir los gastos, he hecho rifas...

Cindy Banchón, madre de Scarlett

Ella menciona que quienes puedan ayudarla la llamen al 096-185-4144 o depositen su donativo en la cuenta de ahorro de la cooperativa JEP 406132624905.

Por el momento, Scarlett necesita pañales, alimentación, leche, vitaminas y fármacos para las convulsiones: “Cada uno cuesta $ 12, son cinco, haciendo la lucha hemos comprado dos”, dice Charles. “Es lo más fuerte que he vivido. Cuando tocan algo que amamos, no hay nada peor”. (I)

Donaciones para Solca llega a los más necesitados

El glioblastoma multiforme de grado 4 “es un tumor de muy mal pronóstico”, explica Luis Espín, jefe de la Unidad de Oncología Pediátrica del Hospital de Solca en Guayaquil. “Estamos hablando de un tumor muy agresivo. No es muy común, tenemos unos cuatro o cinco casos en este momento”, afirma este especialista con 25 años de experiencia.

En el caso de Scarlett, el oncólogo afirma que se le están haciendo nuevamente estudios y luego se definirá el tratamiento, que puede ser cirugía sumada a radioterapias o quimioterapias.

“Si queda residuo tumoral (tras la cirugía), dependiendo de la cantidad viene el pronóstico (de vida)”, indica Espín y precisa que los pacientes a quienes se retira más del 80% del tumor tienen una mejor expectativa de vida.

Solca –recalca Espín– cuenta con la mejor infraestructura del país para tratar estos tumores, con equipos modernos y tratamientos actualizados.

Su área de trabajo social ayuda a quienes tienen menos recursos, gracias a los donativos particulares y de la empresa privada. (I)