Por Xavier Bustamante

Al inicio de la emergencia sanitaria, el temor por el contagio de COVID-19 alcanzó a los trabajadores de las áreas de servicios básicos (recolección de basura, telefonía, electricidad, conexión a internet, agua potable...).

El fortalecimiento de las medidas de protección y la predisposición del personal operativo fueron vitales para mantener las actividades. El agua potable en época de pandemia no debe faltar, advertían organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS)

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Representantes de la Empresa Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de Guayaquil (Emapag) así lo entendieron y afirman que lo primero fue verificar el funcionamiento al 100 % de la planta La Toma y dar respaldo al personal de la concesionaria Interagua; además de constatar que había insumos químicos suficientes para potabilizar el agua durante la emergencia.

Se desarrollaron reuniones diarias para verificar, en tiempo real, la operatividad de la planta y la calidad del producto que se distribuía. “Si las personas tenían que preocuparse por algo, que no fuera por la falta de agua potable y alcantarillado en la ciudad”, enfatiza Jackson Herrera, gerente general de Emapag.

La empresa también entregó agua potable gratuita en el sector de Monte Sinaí, en el noroeste de la ciudad. Allí tanqueros que antes vendían el agua empezaron a proporcionarla gratis, en total se distribuyeron 546 800 tanques, también se donaron 250 tanques plásticos de 1000 litros.

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“La entrega gratuita fue establecida hasta que la ciudad cambió a semáforo amarillo, pero estamos preparados y seguimos preparándonos para enfrentar este tipo de eventualidades por la pandemia, ya tenemos la logística y enfocaremos el trabajo para la atención en los hogares”, asegura.

“Al principio hubo un poco de confusión y desorden cuando venía el tanquero a regalar el agua, pero poco a poco la gente se fue acostumbrado, ordenándose. Pero ahora los tanqueros ya la venden de nuevo”, refiere David Orellana, morador de la Coop. Realidad de Dios, en Monte Sinaí.

Los guayaquileños consumen alrededor de 1 200 000 metros cúbicos de agua potable por día. La potabilización se realiza bajo una dinámica continua las 24 horas bajo medidas de bioseguridad desde antes de la pandemia, sin embargo, con la crisis humanitaria se debieron crear protocolos adicionales para la protección de los colaboradores y ciudadanos.

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Mientras tanto, en la empresa Aguas de Samborondón Amagua se repotenciaron los protocolos de bioseguridad distribuyendo trajes especiales para los colaboradores que trabajan en campo, mientras se adaptaban a la emergencia por el COVID-19. “A nivel operativo nunca nos detuvimos, el personal hizo reparaciones, revisiones, asegurando la calidad del agua y todos los servicios en general, a pesar de las restricciones”, comenta Miguel Ángel Alvarado, subgerente técnico de Amagua.

Al mismo tiempo, según Alvarado, se mantuvieron y reforzaron todas las operaciones de control de calidad de agua mediante toma de muestras, también se supervisó la continuidad del servicio, se verificó la presión en la distribución del líquido y hubo monitoreo en línea.

No obstante, de acuerdo con moradores de la urbanización La Joya, en el kilómetro 14 de la avenida León Febres-Cordero, hubo momentos de suspensión del servicio de agua potable.

“Se dieron cortes de energía no programados que dañaron las bombas que impulsan el agua para los habitantes del sector alto donde es el mirador. Pero ya se ha normalizado”, dice Mirna Delgado, moradora de La Joya.

Amagua brinda servicios de agua potable y alcantarillado en la parroquia La Puntilla del cantón Samborondón y en la parroquia La Aurora de Daule.

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En Guayaquil, Emapag distribuyó 80 000 sachés con cloro, miles de botellas con agua, bebidas, arroz, conservas y más productos de primera necesidad a familias de escasos recursos económicos por medio de personal del Municipio como aporte solidario.
Medidas para todos

Ilfn Florsheim, gerenta de Comunicación de Interagua, concesionaria encargada del servicio de agua potable en Guayaquil, comenta que implementar todos los nuevos protocolos y medidas de bioseguridad ha sido un trabajo titánico, sin embargo, asegura que se continuará realizando todo lo necesario para mantener la salud e integridad de sus colaboradores y los usuarios.

Interagua, que tiene aproximadamente 1600 colaboradores, registra alrededor de 50 casos de COVID-19 hasta la fecha, los que inmediatamente fueron puestos en aislamiento para que cumplan con su tratamiento y a la vez evitar contagios. La empresa está laborando con un aforo del 35 % del personal de oficina y al mismo tiempo se alquiló una clínica del día para el control del personal y sus familiares.

Además, según la vocera, se reforzó todo el sistema de protección personal; están dotados de mascarillas N95, mascarillas especiales con filtros intercambiables, desinfectante de manos, entre otros; los vehículos con capacidad para cinco personas, que cumplen tares de campo, transportan dos o máximo tres.

En oficinas y centros de atención al público se instaló señalética para asegurar el distanciamiento social.
El uso de dispensadores de agua está prohibido en Interagua como otra medida para evitar contagios.
Adicionalmente, dice Florsheim, se realiza un registro de temperatura de cada colaborador a la entrada y salida.
Interagua dispone también de supervisión permanente de cinco médicos y un call center exclusivo para esta área.

“Es un trabajo mancomunado de mucha gente, como los operadores, los directivos, recursos humanos, seguridad industrial, comunicación, médicos, absolutamente todos; solo así se pueden mantener los controles y al personal sano”, recalca Florsheim.

El agua potable producida en La Toma, en el kilómetro 26 de la vía a Daule, puede ser consumida con total confianza y sin ser hervida, dicen los funcionarios de las empresas que la dotan. La ciudadanía aspira a que el líquido no falte, más en días de pandemia. (I)