Es una de las características de Fin de Año en Guayaquil y Ecuador, en general. Los tradicionales monigotes o años viejos son claves para recibir el nuevo año; estos pueden ser de cartón, papel periódico o aserrín. Se los elabora con la familia o los amigos, en casa o en comunidad con el barrio. Pueden ser desde muy básicos y económicos, con ropa vieja y una sencilla careta, hasta muy elaborados, gigantes y costosos.

Pero no importa cuánto haya costado, todos arderán en la hoguera cuando el reloj marque las 00:00 del 1 de enero. Muchos utilizarán petardos para reducirlos a cenizas, mientras que otros -acorde con los tiempos actuales, donde por seguridad se fomenta el no uso de la pirotecnia-, los quemarán sin otra cosa más que un poco de combustible. Existen otras actividades que complementan la actividad, por ejemplo, antes de la quema algunos deciden disfrazarse de 'viudas' para pedir caridad por el año viejo que se va. Otros, en cambio -generalmente en la Sierra- se pondrán caretas de diferentes personajes para despedir el año que termina.

La tradición indica que antes de la quema del monigote será castigado o apaleado para que con él se vayan todas las cosas malas que sucedieron en los pasados 365 días. Esta es una situación curiosa, pues en la antigua Roma cada fin de año las familias se reunían en grandes banquetes y se quemaban muñecos que simbolizaban el odio, la envidia y pobreza. El rito se extendió a todos los territorios conquistados por el Imperio Romano, entre ellos España que con la llegada del cristianismo cambió la tradición a algo más religioso, hasta convertirse en una ceremonia donde se despedía el año pidiendo a Dios un nuevo año de prosperidad.

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Tendrían que pasar algunos siglos hasta que la costumbre llegue a lo que ahora es territorio ecuatoriano. Fueron los españoles quienes la trajeron durante el siglo XVI y celebraban el rito de la quema del judío simbolizado por un grotesco muñeco, considerado por los cristianos como culpable de la crucifixión de Jesucristo, según el historiador Rodolfo Pérez Pimentel.

A Guayaquil, en específico, la tradición de la quema del muñeco llegó durante la epidemia de fiebre amarilla que azotó al Puerto Principal en 1842, según las 'Crónicas del Guayaquil antiguo' de Modesto Chávez Franco. En ese entonces para evitar la propagación del virus se hacían atados con la ropa del difunto y se los quemaba en la calle. Con el pasar del tiempo empezó la quema de monigotes hechos de paja y aserrín el 31 de diciembre. Por su parte, el italiano Enrico Festa, en su libro 'En el Darién y el Ecuador', describe la jornada como una fiesta en la que se usaban máscaras y quemaban monigotes en diciembre de 1897.

Las décadas pasaron y ahora la quema del tradicional monigote es una identidad del país. No obstante, la actividad también se practica en otros países de la región, como en Colombia, Perú, México y hasta en Argentina. Pero en Ecuador, especialmente en Guayaquil, es donde la costumbre está arraigada a tal punto de que se realizan concursos para elegir a los mejores monigotes, se cierran calles como la 6 de Marzo para la venta exclusiva de estas creaciones o donde también pululan los años viejos gigantes, estos últimos muy atractivos, generalmente en el suburbio de la ciudad, que serán las delicias de chicos y grandes para hacerse las mejores fotos que subirán a sus redes sociales. (I)