En el silencio sepulcral del Cementerio Patrimonial de Guayaquil, la frase de una lápida hace que se callen hasta los pensamientos. “Caminante, no hagas ruido, baja el tono de tu voz, que mis queridos padres no se han ido, solamente están dormidos en los brazos del Señor”. La lápida está en una tumba en el bloque 9, donde, según la inscripción, reposan los restos de Washington Chávez (1927-2005) y Laura Montenegro (1935-2016).

Las letras son un champú de diverso tipo, diríase un remedo de góticas, arial, verdana y más, envueltas este inicio de noviembre del 2018 por flores plásticas multicolores. Allí están las fotos de aquellos padres extrañados; está el sentimiento profundo de sus hijos.

Y en decenas, cientos de lápidas, también se sintetiza ese amor eterno, ese sentimiento que carcome el alma cuando una persona muere; aquel que va menguando cuando pasa el tiempo y que aflora, al punto de volver a derramar lágrimas, en el Día de los Difuntos, que se conmemora hoy. Igual sucede en otros cementerios de la ciudad, del país, del mundo.

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La misma frase dedicada a los Chávez Montenegro se lee en una carcomida tumba, que en la mitad tiene abierta sus entrañas, y se sostiene en el empinado cerro del mismo Cementerio Patrimonial, frente a la puerta 12, lado norte. Está dedicada a Petita Ruiz, Elisa Gómez y Olmedo Estrella, por sus nietos y sobrinos. Esta tumba resalta frente a cruces descoloridas que penden del cerro entre los árboles.

En línea recta, en la puerta 3, pero al lado sur, está el corazón del Cementerio Patrimonial, donde hay odas, poemas y cánticos a los difuntos personajes ilustres.

Por ejemplo, en el mausoleo del expresidente Vicente Rocafuerte se lee: “Tus reliquias, Vicente Rocafuerte, aquí guardó la muerte. Pero queda tu nombre para gloria del mundo americano, y para ejemplo de cívicas virtudes, tu memoria”.

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A unos 20 metros, adelante de unas tumbas donde se concentran decenas de gatos, está el mausoleo de los Peña con una oda: “¡Ah! No des a la tumba funeraria / llanto acerbo de tristeza desventura / la oración es la mística plegaria / del corazón que gime en la amargura”.

Conmueve.

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Y conmueve más la frase corta dedicada a Celeste Graciela Castillo (1896-1921): Vivió adorada, murió soñando”. Está bajo la escultura en mármol de un ángel que con sus alas desplegadas abraza y besa en la mejilla a una mujer.

Desde la puerta 4 en adelante, donde se suceden los cuerpos de bóvedas y avanzan al cerro a las cruces, las frases se repiten. Cuenta Richard Pinta, uno de los 40 miembros de la Asociación de Pintores del Cementerio, que los deudos ven alguna inscripción y les piden que adapten a la lápida de sus parientes.

Pinta y decenas de pintores están en sus días en que “comen con buena sazón”, pues cobran 20 dólares por trabajo. “Claro que hay otros que no son de la asociación, que hacen por 8 dólares y hasta por 6 con pintura que se derrama con la lluvia”.

Y en esas inscripciones se lee la dedicada a Roberto Quimís Castillo, por la puerta 9: “Su cuerpo reposa aquí... su espíritu en el cielo y su recuerdo en nuestros corazones”.

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En el cementerio Jardines de Esperanza, en el norte guayaquileño, Natalia Pérez colocaba el lunes flores sobre la tumba de su padre Justino Pérez Mariño, quien falleció el 1 de mayo del 2016. Ella colocó la frase : “Un día como hoy me fui, seguramente al recordarme se pondrán tristes. No estoy muerto, estoy dormido, moriré el día que ustedes me olviden. Manténganse unidos, busquen la felicidad y armonía, porque estando ustedes felices y unidos yo descansaré en paz”.

Similar inscripción tiene la tumba de Manuel Gilberto Montalván Melgar, quien reposa en el cementerio de Pascuales, más al norte.

También la tiene la de Byron Rolando Suárez Jiménez (1983-2007), en el cementerio Parque de la Paz, de la parroquia La Aurora, cantón Daule, uno de los camposantos que figura como preferido en esta época.

Allí hay uno que despierta profundo sentimiento. Dedicado a Fabián Max Ponce Jácome (1987-2009), dice: “Ha muerto tu cuerpo, pero no tu valor, la tristeza me invade y pesa en el corazón, pues sigues en mi mente, vibras en mi pecho y lates en mi corazón. Hoy quiero abrazarte una y otra vez, que hablemos como antes de los juegos viejos de los sueños muertos de nuestros recuerdos y anhelos, sé que muy pronto te veremos y vivimos anhelantes de que llegue ese día”. (I)

 

INSCRIPCIONES

Bastó solo con saber que venías para amarte. Aunque no esté más con nosotros siempre te llevaremos en nuestros corazones. Te amaremos por siempre, Capullito.

Para Macarena Rodríguez, Cementerio Patrimonial

El tiempo que estuviste en esta tierra fue demasiado breve, pero fue suficiente para grabar tu recuerdo en mi alma. Hijo mío, por siempre te llevaré presente en mi mente y en mi corazón. Gracias por ser ese pedacito de cielo que llegaste a mi vida en el momento indicado. Te amo mucho, tu padre José Vicente Jaramillo

Para Gabriel Jaramillo, Jardines de Esperanza

Cuando tu alma esté cerrada y tu corazón enceguecido alguien tocará tu puerta. Pues soy yo quien te visita y la buena nueva junto a mí será tuya.

En memoria de Wilson Pacheco, cementerio Pascuales

Siempre vivirás en nosotros porque eres inolvidable, te seguiremos llevando en nuestros corazones y damos gracias a Dios por lo especial que fue tenerte entre nosotros. Te amaremos por siempre.

En memoria de Carlos Arreaga, cementerio Pascuales

La sonrisa estaba en sus labios y la bondad en su corazón. Ha muerto, pero su ternura hacia nosotros no se extinguirá porque él nos amará en el cielo al igual que nos amó en la tierra.

Para Sergio Medina, Parque de la Paz (La Aurora)

Aquí reposan los restos mortales de quienes fueron una pareja ejemplar como esposos, padres y ciudadanos guayaquileños de un carácter cristiano fiel hasta la muerte.

En memoria de Tomás López Maffuelo e Isabel Farías Quiñónez, Cementerio Patrimonial de Guayaquil