Era un domingo en la noche. En el sector de Urdesa norte, Anita Moreno junto con su esposo y tres hijos llegaron a su casa del supermercado. Observaron un vehículo negro estacionado. A lo que abrieron el carro para bajar las compras, tres sujetos se acercaron, los amenazaron con armas y los obligaron a ingresar al hogar para llevarse todas sus pertenencias.

Ese es el recuerdo que mantiene Anita de uno de los asaltos que sufrió cuando vivía en una ciudadela abierta en Guayaquil. La inseguridad fue el factor determinante que influyó para decidirse a vivir en una urbanización de la vía a la costa.

Ella es residente de Terranostra desde hace diez años. Dice que a más de la seguridad hay otros beneficios como la tranquilidad y estar rodeados de naturaleza.

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En la vía a la costa, por ejemplo, existen al menos 38 urbanizaciones y una población de unas 60.000 personas desde la avenida Perimetral hasta Chongón, asegura Guillermo Ayala, presidente de la urbanización Puerto Seymour y presidente de la asociación de urbanizaciones de esa vía.

Él detalla que esa es una de las principales zonas de migración de los residentes porteños desde hace doce años.

Para él, las familias se mudaron por esa área para convivir con la naturaleza, para estar cerca de la salida a la playa y al manglar, así como para tener espacios para deportes como la ciclovía, senderos en el cerro, incluso deportes extremos como alas delta, parapente.

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Bolívar Vega, ingeniero civil residente de Terranostra, explica que vivió en Guayacanes por 18 años y fue víctima de robo en dos ocasiones. “Hice mis investigaciones y vimos que Guayaquil crecería para el oeste, vía a la costa, y decidí comprar acá”, asegura.

Tanto él como Anita coinciden en que en esa zona tienen un mejor descanso, tranquilidad. “Es como dormir en el campo, no se escucha nada, uno duerme tranquilo porque sabe que hay seguridad 24/7”, explica Anita.

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Germán Carvajal, de la división inmobiliaria de la consultora MarketWatch, sostiene que la tendencia a vivir dentro de urbanizaciones en Guayaquil y sus alrededores comienza a tener protagonismo desde 1995, pero a partir del 2005 tuvo mayor intensidad.

Señala que a más del factor seguridad, los servicios recreativos y el ‘efecto moda’, el acceso del crédito ayudó al desarrollo de proyectos.

MarketWatch, solo entre julio del 2010 y julio del 2018, contabiliza 330 proyectos vendidos dentro de urbanizaciones y que comprenden 68.089 unidades.

Otro sector en crecimiento es la autopista Narcisa de Jesús, donde incluso se han levantado proyectos comerciales para atender a los nuevos residentes. La avenida León Febres-Cordero y el desvío para Salitre, en Daule, acogen a cientos de familias que tienen actividades en Guayaquil.

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Según el Municipio de Daule, en esas últimas dos zonas existen 10 conjuntos residenciales que conforman al menos 118 urbanizaciones con administraciones independientes que tienen guardianía, clubes, canchas, entre otros servicios.

César Terán, administrador general de Villa del Rey, expresa que es un cambio completo del esquema de vida del guayaquileño común, pues “antes en las ciudadelas abiertas salías a comprar a la tienda, ahora personal de la tienda te lleva los productos a tu casa”.

“Acá hay todo, no hay la necesidad de salir del centro de la ciudad e incluso de la casa porque los locales tienen servicio de delivery”, expresa.

Dice que el costo de las alícuotas es económico comparado con un garaje particular que se debería pagar en el centro de la ciudad, por ejemplo.

En las nueve etapas de Villa del Rey, al igual que en La Joya y Villa Club, el sistema de seguridad consiste en cercado de cemento más malla eléctrica, así como sistemas de entre 40 y 45 cámaras de monitoreo y grabación para evitar robos.

Rocío Castillo, residente de la etapa Diana de Villa del Rey, expresa que junto con su esposo e hijos vivieron por más de diez años en una ciudadela en el norte. Allí presenciaron robos y decidieron comprar una vivienda en el norte mismo con comodidades de un club, parqueo y canchas.

“Cuando salgo o me voy de viaje, mi casa queda un poco más protegida, mis hijos y nietos pueden jugar afuera o en el parque...”, detalla.

Edita Ch., quien vivió por más de diez años en la ciudadela La Sopeña, en el sur, escogió mudarse a Ciudad Celeste por la seguridad. Ella cuenta que en ese barrio, personas extrañas deambulaban observando las casas y hubo muchos robos en la zona, por eso salió del sitio.

Ciudad Celeste es una de las 170 urbanizaciones que corresponden a la jurisdicción de Samborondón. (I)

¿Por qué se buscan las urbanizaciones?

El urbanista y docente Félix Chunga cree que las personas buscan vivir en urbanizaciones porque perciben que dan más seguridad, por los cerramientos, muros y garitas. Pero no siempre eso sirve para evitar la inseguridad. Chunga señala que se deben generar ideas que permitan garantizar la seguridad en la ciudad. “Es una cuestión de vida en comunidad, es de generar una conciencia de seguridad, que podamos ver por las personas que viven a nuestro alrededor”, dice.

Cuando salgo o me voy de viaje, mi casa queda un poco más protegida, mis hijos y nietos pueden jugar afuera o en el parque con un poco más de tranquilidad.Rocío Castillo, residente en urbanización

Vivir en departamentos no es primera opción para familias

La oferta de condominios o departamentos ha aumentado en Guayaquil, pero en las preferencias de los porteños siguen predominando las viviendas, aunque sean de una sola planta. Germán Carvajal, de la división inmobiliaria de la consultora MarketWatch, sostiene que esta tendencia en Guayaquil se debe a que cerca a la ciudad hay grandes extensiones de tierra y los costos son menores que en Quito y Cuenca, que tienen mayor atractivo por compra vertical o departamentos.

La oferta actual de casas llega a 5.920 unidades en la ciudad, mientras que hay 624 unidades disponibles de departamentos, según datos de esta compañía. Carvajal estima que la tendencia futura para los próximos 20 años apunta a que el 98% de potenciales consumidores de vivienda, sin importar el estrato, opten por vivir dentro de proyectos organizados cerrados.

Los expertos creen que mientras el crédito esté disponible, el mercado se mantendrá dinámico. En los ocho primeros meses del 2018, el crédito de vivienda otorgado por el sistema financiero se incrementó en 14,9 %. Pasó de $ 1.148,7 millones en el 2017 a $ 1.320,2 millones en este 2018. Hasta agosto, el 60 % venía de la banca privada. (I)