En el país hay casi mil rusos, cien de ellos viven en Guayaquil y más del 40% están en Quito. El 90% de estos extranjeros no vino al país por trabajo o turismo, sino por amor, siguiendo a su pareja ecuatoriana, según datos del Consulado en Guayaquil.

En Ecuador, del que muchos no conocían nada, han echado raíces, pero llevan a su nación presente con reuniones para celebrar fechas importantes como el Día de Rusia, que alude a la Declaración de la Soberanía Nacional de la Federación de Rusia, del 12 de junio de 1990.

El viernes 15 de junio, en el Consulado de Rusia en Guayaquil, ubicado en Samborondón, se reunió un grupo de residentes para recordar esa fecha con una reseña en ruso y español, música, declamaciones, bocados, vino y vodka, bebida tradicional de su país.

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En la reunión no faltaron los comentarios sobre el Mundial de Fútbol Rusia 2018, que se celebra por primera vez en ese país y que era algo que desde hace mucho tiempo lo esperaban y que los llena de orgullo, no solo por la cita, sino porque pone a su país en la mirada de todo el mundo y es una oportunidad para mostrar su belleza turística y arquitectónica.

A la cita en el Consulado asistió Svetlana Oganova, radicada desde 1970 en Ecuador. Ella llegó al país porque se casó con un estudiante manabita que conoció en Rusia. Él se llamaba Fredy Cevallos Barberán y, según Svetlana, fue uno de los primeros ecuatorianos becados para estudiar en ese lejano país.

Se enamoraron y él la trajo a Portoviejo. Ella recuerda que no conocía nada del país y que al comienzo fue muy duro adaptarse al calor, la lluvia, los mosquitos y la comida.

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“Yo soy profesora de ruso y cuando llegué, solo hablaba mi idioma. Quería trabajar o hacer algo, entonces en un año traté de aprender el idioma y adaptarme. Cuando abrieron la Universidad de Guayaquil, que estaba cerrada, estudié en la Escuela de Lenguas. Cuando me gradué les propuse un proyecto para enseñar ruso en la universidad. Este se implementó, pero como no teníamos muchos alumnos y no era rentable se cerró y nos reubicaron al departamento de Idiomas, en el que trabajé hasta que me jubilé hace cuatro años”.

Svetlana enviudó hace algunos años. Tiene tres hijos ya casados y profesionales. Desde hace ocho años dirige el Centro Ruso, en el que se enseña el idioma y se realizan eventos relacionados con la cultura e historia de su país. No se ha vuelto a casar porque dice que ella amó mucho a su esposo.

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Al referirse a sus compatriotas radicados en Ecuador comenta que habría que clasificarlos en tres ‘olas’. “La primera fue la ola como la mía, que llegamos casados con los ecuatorianos que fueron becados, estudiaron y regresamos con ellos; la segunda, cuando se desintegró la Unión Soviética y los rusos tuvimos más libertad de salir y conocer el mundo y aquí llegaron para probar cómo les iba; y está la ola tecnológica, que se conocen por internet, se enamoran, vienen y se casan”, anota

Elizaveta Veinbender, Tatiana Belova y Natalia Aktitaova son tres rusas que también asistieron a la reunión. Ellas cuentan que dejaron su país para seguir a los hombres de los que se habían enamorado y que conocieron mientras eran compañeros de clases.

Tatiana, con 28 años en Ecuador, cuenta con humor que ellas no conocían nada de este país y que vinieron ‘engañadas’ de lo que iban a encontrar. “Las rusas en esa época vivíamos en un país un poco cerrado (del resto del mundo), no había internet para investigar, entonces nos pintaron las cosas de otra manera”, dice sonriendo. Añade que como sus esposos eran de familias con pocos recursos económicos, les tocó trabajar para tener una mejor condición.

“Para cruzar un océano tú no quieres vivir en Mascote y Portete, quieres vivir vía a Samborondón, bueno, en esa época era en Urdesa. En Rusia vivías con comodidad, el socialismo te daba buena educación, medicinas, departamento, la calidad de vida era muy buena, esa calidad de vida nosotros la logramos después de vivir diez años acá”, comenta. Ahora las tres están felices de vivir en Ecuador.

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Otra rusa que vino al país porque se enamoró de un ecuatoriano es Aliona Dziouba, quien dirige el conservatorio Sergei Rachmaninov en Urdesa y Samborondón. “Era recién graduada del conservatorio Tchaikovsky de Moscú (cuando conoció a su pareja). Nací en Moscú. Cuando me gradué ya tenía un hijito de un ecuatoriano, después me vine a Ecuador”, cuenta.

“Yo me formé en Rusia, pero amo los dos países. Fue difícil el cambio, por el idioma, el ambiente, pero el país te da oportunidades y uno las aprovecha”, manifiesta Aliona, a quien le tomó tiempo acostumbrarse a la comida ecuatoriana, aunque ahora le gusta mucho.

Igor Burlutski también es ruso, es chef y aunque vino hace quince años a Ecuador de paseo, se quedó porque se enamoró de una guayaquileña. Él es profesor en La Escuela de los Chefs. También ha trabajado en hoteles y restaurantes.

“No conocía Ecuador, pero trabajaba como chef en cruceros y por una de las rutas apareció Ecuador. Luego me quedé como turista y me casé con una ecuatoriana. Tengo dos hijos, uno tiene año y medio. Ecuador para mí es mi segunda patria, mi vida profesional mayormente está hecha aquí, estoy muy agradecido con este país”, dice el cocinero, quien imparte dentro de sus clases gastronomía rusa.

De esa cocina cuenta que es muy diversa con influencia francesa, pero que depende de las regiones. En la mesa siempre están las sopas y los panes, en especial los de centeno. La carne que más se consume es la de cerdo. De los vegetales están la papa y la remolacha.

Comenta que una de las sopas tradicionales de ese país es la borch, que se prepara con remolacha (veteraba), zanahoria, carne de res y papa.

En Guayaquil también vive Anatollii Haidaichuk. Él es profesor en la Universidad de las Artes y da clases particulares de ruso. Está casado con una ecuatoriana que es profesora de Música. “Nací en la Unión Soviética y cuatro años después esta desapareció. Viví 16 años en Moldavia. Hablo ruso y moldavo”, dice

Llegó a Guayaquil en el 2016 porque conoció a la ecuatoriana Claudina Layana, quien estaba estudiando una maestría de Música en Ucrania. Él era profesor universitario de Inglés.

Dice que imparte el idioma ruso a jóvenes y adultos y que muchos de los que quieren aprender es porque van a ir a Rusia a realizar una maestría, otros porque van a ir por turismo o negocio. Paradójicamente en este mes, debido al Mundial de Fútbol, solo tuvo un alumno. (I)

Mis hijos son ecuatorianos, mi esposa es ecuatoriana. Estoy muy agradecido con este país, creo que está lleno de oportunidades. Está lleno de muy buena gente”.Igor Burlutski, Profesor de La Escuela de los Chefs