La Arquidiócesis de Guayaquil manifestó este viernes que "ha procedido con celeridad y transparencia, tanto en el campo de la justicia ordinaria como en el canónico", respecto al caso de supuestos abusos sexuales y torturas a al menos diez adolescentes, hoy jóvenes de entre 25 y 29 años, por parte del sacerdote Fernando I., quien hasta el 2013 ejerció como párroco en una iglesia ubicada en la ciudadela Acuarela del Río, en el norte de Guayaquil.

El caso se hizo público el miércoles pasado en el portal GKcity, que publicó una investigación con testimonios de los afectados y más detalles. Este diario detalló hoy también algunos relatos de los involucrados, quienes indicaron que en su época de adolescencia y siendo parte de un grupo juvenil fueron sometidos a un supuesto abuso sexual y torturas mediante una práctica denominada "dinámica del pecado".

El arzobispo de Guayaquil, monseñor Luis Cabrera, dio a conocer las acciones realizadas respecto al caso, y la institución emitió un comunicado.

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Se detalló que en la justicia ordinaria -después de 2 años de investigaciones a partir de una denuncia y de dos testimonios presentados en la Fiscalía- un caso prescribió en 5 años, de acuerdo con la ley; actualmente, la Fiscalía abrió de oficio dos investigaciones más por los dos testimonios, no por abuso sexual sino por posibles torturas, según la Arquidiócesis.

En lo canónico, Cabrera señaló que se le ha seguido al sacerdote Fernando I. un proceso por "conductas inapropiadas", entre ellas por el uso de la "dinámica del pecado", y la inobservancia de las medidas precautelares.

Agregó que en este momento se espera la ratificación o no de la sentencia de dimisión de su estado clerical por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe, respetando su derecho a una apelación extraordinaria.

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La "dinámica del pecado", denunciada por algunas personas no está aprobada por la Iglesia Católica bajo ninguna modalidad.

La dinámica del pecado

Según denunciantes, la “dinámica” consistía en ser desnudados, atados, vendados, guindados y golpeados para que “sientan lo que era el pecado” o para saber “cuánto dolor podían soportar por Jesús”.

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“A veces nos hincaba las costillas con el dedo, nos azotaba, tenía electrodos para pasarnos corriente, nos hacía llaves de jiu jitsu y a un amigo le quemó las piernas con agua caliente”, relató Juan Bayas, el primero en denunciarlo en la Fiscalía.

Su caso prescribió en septiembre del 2017, pero la Fiscalía abrió un mes después de oficio otro caso por tortura contra el religioso, proceso que actualmente está en indagación previa, dijo la fiscal provincial Patricia Morejón.

Monseñor Cabrera dijo que recogieron ocho testimonios para adjuntar al caso que le sigue al párroco por “conductas inapropiadas con menores”.

La Congregación para la Doctrina de la Fe le prohibió a Luis Fernando I. ejercer el ministerio en noviembre del 2013 y en abril del 2015 emitió el decreto de dimisión.

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El sacerdote ha apelado la decisión y aún no hay una respuesta definitiva.

“Una de las razones por las que se lo dimitió es porque no observó las exigencias de la suspensión, él no podía celebrar eucaristía , no podía recibir a jóvenes y lo siguió haciendo”, indicó el arzobispo, quien mencionó que Luis Fernando I. actualmente vive con su familia.

Los testimonios recogidos por la Arquidiócesis no han sido compartidos con la Fiscalía. Cabrera dijo que era confidencial, sin embargo, mencionó que en 2016 enviaron información a esa institución. 

Otro caso

Pedro G., quien fue el párroco de una iglesia ubicada en el barrio Garay, tenía una audiencia pautada para la tarde de ayer por el delito de violación contra una menor de edad. Él estuvo prófugo hasta agosto pasado cuando fue capturado en Quito. (I)