Convertido en una de las figuras más representativas de la historia ecuatoriana y continental, el prócer y estadista guayaquileño José Joaquín de Olmedo recibe en esta fecha el homenaje de la comunidad compatriota por rememorarse hoy 166 años de su muerte en su metrópoli natal.
Además de la aleccionadora acción que lo caracterizó en los campos del civismo y la permanente lucha por la vigencia de la libertad y democracia, Olmedo merece permanente evocación porque siempre aportó para el prestigio de la cultura y las letras de la patria.
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El personaje nació el 19 marzo de 1780 y falleció en 1847. Fue jurisconsulto, civilista, autonomista y constructor del país. Sus ejecutorias de periodista y diplomático ayudaron a consolidar el prestigio intelectual que alcanzó nuestro territorio con el aporte de otros grandes valores.
Líder de la triunfal revolución del 9 de Octubre de 1820 que liberó a Guayaquil del dominio hispano, con inteligencia guió el movimiento nacionalista transformador para alcanzar la total emancipación del territorio quiteño. Leal a sus principios, jamás descuidó la defensa de las libertades públicas y combatió a quienes las conculcaron o intentaron hacerlo.
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A lo largo de su vida pública se desempeñó como diputado en las Cortes de Cádiz (España), junto con su compatriota José Mejía Lequerica; alcalde de Guayaquil y vicepresidente de la República en 1830, cuando el general Juan José Flores ejerció su primer periodo presidencial. Olmedo alentó la revolución nacionalista del 6 de Marzo de 1845 e integró el triunvirato que se formó al triunfar aquel movimiento
Su nombre consta en numerosas biografías nacionales y extranjeras. Centros educativos, poblaciones, calles, avenidas y plazas, etcétera, perpetúan su vida y su obra. Es notable figura de la literatura nacional, como lo testimonian su célebre Canto a Bolívar, el Alfabeto para un niño y otras numerosas creaciones. Figura paradigmática de la historia guayaquileña y ecuatoriana.