Diego se tambalea un poco al caminar. Su madre, Yomaira, le da la mano de inmediato. Él, de 2 años y 7 meses, y ella, de 25, se miran e intercambian sonrisas, mientras la mujer acaricia la pequeña cabeza calva de su hijo, que tiene una cicatriz de 5 centímetros arriba de la nuca.