Las haciendas arroceras fueron perdiendo espacio, la calle de tierra se convirtió en una amplia avenida de cemento, llegaron los servicios básicos y el ambiente de quietud que se respiraba en este sitio rodeado por las aguas de los ríos Daule y Babahoyo dio paso al ruido del tráfico vehicular que atormenta en las horas de mayor circulación.

La Puntilla, única parroquia urbana de Samborondón, fue convirtiéndose en uno de los sectores residenciales más exclusivos del Guayas desde que se asentaron los primeros conjuntos residenciales: La Puntilla y Entre Ríos.

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Muchas personas que crecieron y vivían en sectores tradicionales de Guayaquil como el barrio Centenario, el centro, Urdesa, Los Ceibos, entre otras ciudadelas, se trasladaron a La Puntilla en busca de “un lugar seguro” para vivir y en el que sus hijos pudieran estar más cerca de sus centros educativos y de su “círculo social”, ya que según cuentan algunos de los residentes, las reuniones de colegio o fiestas son únicamente en esta zona que no deja de crecer.

Según el censo del 2001, realizado por el Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (INEC), la población urbana de Samborondón era de 11.030 personas, diez años después la cifra se incrementó a 42.637 y poco a poco la zona de aires campestres se tornó en una especie de ciudad con 10 centros comerciales, unos 150 restaurantes, 134 urbanizaciones cerradas con guardianía privada y 17 centros de estudios (colegios, universidades y academias de idiomas) .

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Carlos Albán se mudó a la urbanización Ciudad Celeste (km 9) hace seis meses. Antes de llegar al sector vivía en Urdesa. “Nos pareció que es más seguro”, cuenta. Afirma que además de estar tranquilo viviendo en una ciudadela cerrada, se siente cómodo porque “no hay necesidad de salir, aquí hay todo”.

Karyna Arteaga también dejó un sector tradicional de Guayaquil y cruzó el puente en busca de seguridad. “Vivía en un edificio cerca del Malecón, tenía una vista hermosa, nos encantaba vivir en el centro”, recuerda. Lo que la motivó a ella y a su familia a mudarse fue que sufrieron dos asaltos. Sin embargo, en Samborondón tampoco se salvó de esto. “Estábamos cenando en un restaurante, diciendo ¡qué maravilla la seguridad, como estar en Miami! (risas), y entraron unos atracadores con metralletas, le apuntaron a mi esposo en la cabeza”, recuerda, y reflexiona: “Existe inseguridad en todas partes, pero sí hay más ventajas que en otros sitios. Aquí los niños pueden andar en bicicleta, caminar”, comenta.

Esta zona residencial no está libre de la delincuencia, aun así la demanda de viviendas continúa. Carlos Granja está haciendo los trámites para mudarse a Tornero III. “Nos vamos a cambiar por tranquilidad, porque vivo en un sitio donde hay mucho movimiento (cerca del Policentro) y por seguridad. Aunque nunca es el ciento por ciento seguro, pero en Samborondón sí se puede tener un poco más”, opina.

La tranquilidad de los primeros años de Samborondón fue uno de los factores que motivaron a personas como Susana Rohón a cambiarse hace 16 años. “Cuando llegué, se escuchaba el canto de los pájaros y se veía mi casa desde la carretera”, recuerda, pero enseguida añade: “Ya no es lo mismo, Samborondón está sobrepoblándose, pero es un privilegio vivir aquí, hay privacidad, tenemos todo” .

Pese a que el tráfico ha aumentado significativamente, esa tranquilidad de la que habla Susana sigue siendo un punto clave a la hora de elegir esta zona para vivir.

Luis Hanna es una de las personas que llegaron a La Puntilla hace un año y medio por este motivo. Él cuenta que cuando vivía en un departamento frente al Malecón Simón Bolívar, sus dos hijos “no tenían la oportunidad de compartir con otros niños, salir a andar en bicicleta o tener más libertad”.

Pero además de la tranquilidad y seguridad de sus hijos, el principal motivo que lo llevó a comprar una casa en Vista al Parque fue que ellos estudiaban en colegios de la zona y con su esposa perdían mucho tiempo “llevándolos y trayéndolos desde Guayaquil, sobre todo porque el tráfico en Samborondón se empezó a hacer más pesado”. Ahora la vida de sus hijos es más cómoda, sin embargo, Luis, al igual que otros residentes de las urbanizaciones de la avenida Samborondón, debe trasladarse a diario a Guayaquil por trabajo, y para evitar esto está buscando un terreno donde trasladar su empresa.

Contrario a esto, Marlon Alarcón, quien trabaja en la clínica Alcívar, cuenta que se acostumbró a trasladarse desde Pórtico del Río hasta Guayaquil. Antes vivía en Puerto Azul (vía a la costa) y tenía que cruzar la Perimetral para llegar a su trabajo, lo que le resultaba inseguro y peligroso. Desde que vive en Samborondón, hace ocho meses, dice que es más fácil llegar a su consultorio, ya que por el túnel del cerro del Carmen va directo al sur. Su esposa, Montserrat Pons, cuenta que no solo era peligroso para él desplazarse al trabajo, sino para recoger a sus hijos en Samborondón por las noches, ya que pese a estudiar en colegios en Los Ceibos, desarrollaban su vida social en esta zona. “Muchas veces nos quedábamos acá (en Samborondón) haciendo tiempo hasta que los chicos salieran de las fiestas para no regresar a Puerto Azul y tener que salir de nuevo”, recuerda.

Alexandra de Echeverría también antepuso la comodidad de sus hijos al mudarse hace un año y cuatro meses a Ciudad Celeste. Ella vivía en el barrio Centenario (frente al colegio Cristóbal Colón), pero sus tres hijos estudian en Samborondón, por lo que viajaba cuatro veces al día para llevarlos y recogerlos del colegio, debido a la diferencia de horarios de las dos mayores con el menor. Esto, sumado a que considera que el sector es “tranquilo” y “seguro”, fueron razones suficientes para abandonar Guayaquil.

El imaginario de seguridad que gira en torno a Samborondón es una constante en las respuestas de sus moradores. Mario Terán residió hasta hace dos años en el suburbio de Guayaquil, pero ahora vive en la urbanización La Joya –que pese a pertenecer al cantón Daule muchos la consideran parte de la avenida Samborondón–, a la que llegó también por “la tranquilidad y seguridad” que –según él– caracterizan al sector. Esta avenida –urbanísticamente– creció mucho antes que la vía a la costa, dice Mario, y en muchas de las urbanizaciones de Samborondón se dan facilidades de pago al comprador. Además, “con los préstamos del IESS se puede consolidar este sueño”.

Carlos Tutivén, catedrático de Sociología de la Comunicación de la Universidad Casa Grande, explica que sobre este “fenómeno de desplazamiento de las clases alta, media y media baja hay que considerar varias causas. Primero, que el crecimiento urbanístico hizo que el mercado inmobiliario buscara nuevos territorios para la inversión y la plusvalía que se proyectaban al estilo de vida del primer mundo”. Eso, según Tutivén, detonó en la mentalidad de los habitantes de la ciudad una serie de oportunidades que venían a satisfacer ciertas frustraciones de la gente que ya vivía en el Guayaquil típico. Entre esas, la seguridad y el hecho de que la urbe se volvió inhabitable por el tráfico, polución, ajetreo en relación con la prestación de servicios.

Otro punto es que la clase media alta y alta de Guayaquil se desplazaba, en sus consumos y en sus lugares, cuando la clase media los ocupaba. “Por ejemplo, abría una discoteca aniñada que solo la élite la concurría y al poco tiempo llegaba la clase media. Lo mismo pasó con los barrios, y la clase media también tenía la legítima pretensión de escalar en el estatus social y se traslada a otros sectores”, analiza Turivén.

Aunque no lo acepten o no tengan la suficiente reflexibilidad para darse cuenta, también eligen la vía a Samborondón porque ahí está concentrada la élite”.

Para Rubén Aroca, sociólogo y profesor de Comunicación de la Universidad Católica de Guayaquil, “cuando se adquiere una vivienda en este sector no solo se adquiere una mayor comodidad, sino un elemento que agrega el estatus y esto es parte de lo que buscan las personas. Es un elemento fuerte y una de las cosas más importantes para la gente es el reconocimiento de su estatus y la defensa del mismo”.

134
Urbanizaciones cerradas hay en La Puntilla a lo largo de 10 km

1969
Se construyó el puente que conecta Guayaquil con Samborondón

42.637
Personas residen en la zona urbana de Samborondón, según datos del INEC DEL 2010

“Samborondón ofrece más plusvalía y tiene un mayor crecimiento en comparación con otros sectores. Hay tráfico, pero eso pasa en todas partes”.
Carlos Granja
Se mudará a Tornero III

“Me gusta el entorno y la tranquilidad del sector, tenemos de todo, pero no me cierro al mundo, no vivo en una burbuja ni dejo que mis hijos lo hagan”.
Susana Rohón
Residente del km 2,5.

“Elegimos Ciudad Celeste porque Samborondón es más seguro. No hay necesidad de salir, tienes todo cerca”.
Carlos Albán
Vive desde hace seis meses en Ciudad Celeste.

“Samborondón es una zona mucho más poblada y comercial que la vía a la costa. Cuenta con todos los servicios que se necesitan para vivir”.
Stefanie Moncayo
Vive en Milagro y se está mudando a la urb. Cataluña

“Me cambié a Samborondón por seguridad y tranquilidad. En mi ciudadela no se deja entrar a nadie sin autorización y en este sector hay todos los servicios”.
Enrique Vélez
Vive en Ciudad Celeste desde hace un año

“Vivo en la cdla. La Puntilla hace 25 años, pero estoy buscando un departamento en la vía a Samborondón, más que nada por la seguridad que se siente desde que cruzas el puente”.
Viviana Aguirre
Vive en La Puntilla