Petita Muñiz Vera cumplió 100 años la semana pasada, goza de buena salud, escucha perfectamente y mantiene su carácter firme. No permite que a sus bisnietos o tataranietos los lastimen o reprendan por alguna travesura.
La menor de sus hijas, Gladys, de 64 años, destaca que siempre fue enérgica con los diez hijos que esta centenaria mujer tuvo y crió sola luego de separarse de su esposo.
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La semana pasada sus hijos reunieron a la mayoría de sus descendientes, que entre nietos, bisnietos y tataranietos suman 152, y otros familiares, para celebrar con una fiesta el centenario de Petita. Para ello cerraron las calles donde ella vive, la 21 y la Q, en el suburbio.
En la reunión hubo juegos pirotécnicos, se repartieron recuerdos y se creó una pancarta con la foto de Petita rodeada de otras gráficas en las que constaban, cual árbol genealógico, la mayoría de descendientes de la centenaria mujer.
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El agasajo además contó con un mariachi y bailes de reggaetón alrededor de la agasajada.
Ella, con lucidez agradecía continuamente por la celebración. Hijos y otros parientes llegaron de Estados Unidos, Puerto Bolívar (El Oro), Ventanas (Los Ríos) y de Salitre (Guayas), de donde ella es oriunda. "Cómo no voy a estar feliz si se acuerdan de mí", dijo Petita al consultarle cómo se sentía al cumplir 100 años de edad.
Lo que más recuerda de su pasado fueron los momentos duros que vivió en el cerro Santa Ana cuando dejaba solos a sus diez hijos (dos fallecidos) y debía lavar y planchar ropa ajena para mantenerlos.
Su hija Gladys narra que Petita trabajó en la cocina de la clínica Alcívar y luego lavaba ropa ajena "con agua hervida y cáscaras de naranja para darle olor. No teníamos luz, usábamos candil, ella pasaba la noche hirviendo la ropa", evoca.
Detalla que al día siguiente Petita se levantaba temprano para echarle almidón que ella misma preparaba. Luego de lavada y secada la ropa debía plancharla. Junto a un fogón, de donde obtenía el carbón para la plancha, pues no era eléctrica, ubicaba un filtro y una cantina para beber café si tenía sueño.
"En ese tiempo se usaba ropa de lino blanco, a las sábanas blancas había que ponerles almidón. Nos hacía el desayuno, pero no como el de ahora, antes alcanzaba para comprar café, o por lo menos una agüita endulzada. Había unas palanquetitas como moldes y con el cuchillo las partía para que alcanzara para todos", recuerda.
Dice que cuando Petita trabajaba en la clínica Alcívar, por veinte años, el menor de los hijos enfermó y en la madrugada preparaba la comida. "Había la proveedora (antigua estación de agua) y nos explicaba que cuando pitaba la proveedora a las once prendiéramos la candela, calentáramos la comida y le diéramos de comer".
Petita Muñiz matriculó a sus hijos en la escuela nocturna Pompilio Llona, cercana al cerro, y aunque no podía ayudarlos en las tareas (no sabe leer), los obligaba con el látigo a que cumplieran con ellas.
La descendencia
Petita Múñiz Vera cumplió 100 años el miércoles 27 de junio, fecha que consta en su cédula junto al año de nacimiento, 1912. Procreó 10 hijos, dos de ellos fallecieron, y tiene 35 nietos, 72 bisnietos y 45 tataranietos.
Profesionales
En su descendencia hay licenciados y otros profesionales que le agradecieron y la agasajaron en su centenario.