Yolanda Villamar asistirá hoy a la misa del Domingo de Ramos para agradecer que desde hace ocho meses ya no depende de los juegos de azar, lo que ella considera un milagro.
La mujer cuenta que asiste a esta ceremonia desde hace unos 20 años. Prefiere hacerlo sola, pues –según dice– así puede conectarse mejor con Dios.
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Para Villamar, de 54 años, llevar a su casa el ramo que comprará antes de la liturgia en los exteriores de la iglesia Catedral, significa recibir bendiciones y estar en gracia durante la Semana Mayor.
“Mi mamá decía que es bueno ponerlo atrás de la puerta para que detenga cualquier mala energía”, responde al ser consultada sobre el lugar donde coloca el ramito, como le llama.
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La misma manifestación de religiosidad popular experimenta Luz Carreño, de 64 años, quien expresa que participar en las celebraciones de Semana Santa fortalece su fe y espiritualidad.
“Ir a la iglesia con mi ramito es algo sagrado, inexplicable”, comenta, mientras sus ojos se llenan de lágrimas.
Pablo Zambrano, un feligrés de 65 años, se llena de emoción cuando recuerda que tuvo la oportunidad de participar en la misa de Jueves Santo que se ofició en la iglesia Sagrada Familia el 1 de abril del 2010. Él fue uno de los doce fieles a los que el párroco escogió previamente para la ceremonia del lavatorio de los pies.
“Yo sentí que me liberé de todos mis pecados. Fue como si me hubieran bautizado por segunda vez”, señala.
Zambrano relata que en ese tiempo (hace dos años) tenía problemas con uno de sus cuatro hermanos, por una herencia que dejaron sus padres. Pero luego de esa vivencia, a la que califica como “purificadora”, desistió de la pelea.
“Ya no podía seguir hecho el necio con lo que me había pasado. A la final me dieron lo que me correspondía, pero creo que yo gané más”, relata.
Para Gloria Macías, acudir a la vigilia pascual de Sábado Santo anualmente le recuerda el milagro de la recuperación de su madre (actualmente fallecida), quien en 1970 quedó en estado vegetativo luego de aplicarse una inyección para aliviar un dolor en los riñones.
Con el rostro afligido, Macías comenta que las esperanzas de que su madre se salvara eran mínimas, pues ya tenía cuatro días sin reacción alguna.
“Pero el Señor escuchó mis súplicas ese día y ella se recuperó”, narra convencida.
Otro de sus compromisos es ir a la procesión del Cristo del Consuelo. En la iglesia del mismo nombre, situada en el sur de la urbe, desde el pasado domingo los devotos se reúnen a rezar el vía crucis y el jueves último participaron en la adoración al Santísimo.
Entre las ceremonias que convocan a decenas de católicos también se encuentran la adoración de la cruz el Viernes Santo y las misas que se ofician el Domingo de Resurrección.
Al primer ritual acude Manuel Naranjo para pedir salud y agradecer a Dios por haberse recuperado luego de sufrir una parálisis cerebral, hace aproximadamente 15 años.
Naranjo recuerda que los médicos que lo chequearon le dijeron que no había posibilidades de recuperación.
“Yo le dije a los doctores: ‘El único que me va a salvar es Dios y será lo que Él decida, no otra cosa’”, añade.
Luego de esa experiencia, el hombre que se define como un “ferviente católico”, manifiesta que retomó las prácticas religiosas como acudir a misa.
“En la adoración de la cruz yo me siento bien protegido y cerca del Señor”, acota.
María Martínez define a la Semana Mayor como una fecha de reunión familiar.
“Es bueno olvidarse de los rencores, de cualquier conflicto que uno haya tenido, para abrir el alma a Dios”, afirma.
Martínez, quien tiene una florería en el centro de la ciudad, señala que junto a su esposo reza el vía crucis y acude a las procesiones que se realizan en las iglesias.
Hace más de 30 años ella asiste a la procesión de Jesús del Gran Poder que se efectúa hoy desde la iglesia Nuestra Señora de los Ángeles, también conocida como San Francisco.
Sin embargo, la mujer de 65 años cree que no es necesario intervenir en estos rituales para acercarse a Dios.
“Uno puede rezar aunque sea un ratito en la casa o en el mismo lugar de trabajo”, expresa.
Aunque José Cruz no puede explicar lo que significa para él la Semana Santa, asegura que nunca falla a las misas del Domingo de Resurrección.
“A veces uno por trabajo, más que todo, no puede estar todos los días en la iglesia o ir a las procesiones”, dice.
La iglesia Sagrado Corazón de Jesús, ubicada en Chimborazo entre Portete y General Gómez, es a la que asiste con frecuencia porque está cercana a su casa.
“Esa misa es la que llena de felicidad a todo católico, porque se celebra la Resurrección de Jesucristo”, indica.
Cruz, un albañil de 54 años, refiere que acude a dicha misa por “un pacto con el Señor”, luego de que le concediera el milagro de que su hijo menor dejara el consumo excesivo de alcohol, hace 3 años.
“Yo no puedo faltar (a la misa), porque Dios me puede castigar de nuevo”, señala.
Para el presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE) y arzobispo de Guayaquil, monseñor Antonio Arregui, hay muchos católicos que no pueden describir lo que para ellos significan las fechas religiosas, no por desconocimiento sino por una incapacidad para explicarlo verbalmente.
“Pero sí se percibe en el fondo la verdad del tema. Hay una conexión que es un poquito difícil de expresar. Es el misterio de la fe”, considera.
Textuales: Creyentes
María Martínez
COMERCIANTE
“Para mí la Semana Santa hay que vivirla en paz y en unión familiar. Yo me reúno con la mía para rezar el vía crucis”.
Luz López
AMA DE CASA
“Semana Santa es una fecha maravillosa que nos despierta sentimientos inexplicables”.