Es tradición para los cristianos rememorar con pesebres la llegada de Jesucristo. En Samborondón hay coleccionistas de nacimientos que poseen figuras hechas en materiales variados como plata o yute y con significado especial cada uno.
Alicia y sus ciento cinco pequeños tesoros de Navidad
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Alicia Freile de Mora, residente de Ciudad Celeste, es coleccionista de pesebres en miniatura desde el año 2000. Algunos son comprados por ella, otros obsequiados. “En esta colección mía puedo palpar el cariño de las personas que me rodean, hacia mí, hacia mi casa, mi familia”, comenta.
Alicia recuerda que desde el momento en que anunció a su círculo cercano que empezaría a coleccionar nacimientos, los regalos no se hicieron esperar. “Salían de viaje todas mis amigas y me traían un nacimiento, mi mami, mis hermanos, mis sobrinas también, y así los fui adquiriendo. Imagínese el cariño”, dice con emoción.
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En el suelo de su sala, sobre una seda blanca, están sus tesoros en miniatura. Son tan diversos y originales, que la mirada recorre el suelo sin saber en donde detenerse.
Llama la atención ver a José, María y el Niño Jesús formando la escena clásica del nacimiento dentro de un huevo de avestruz, realizado por Alma María Valero. Además, el escritor y amigo de su familia, Diego Jaramillo, obsequió a Alicia otros tres nacimientos: uno hecho con palillos de fósforo sobre una concha, uno pintado sobre una pequeña piedra lisa y otro elaborado con fideos, cera de vela y granos.
Sus pesebres proceden de países como Jerusalén, Uruguay, Colombia, Argentina, Chile, El Salvador, España, EE.UU., Italia, Ecuador, entre otros. Los de Ecuador, la mayoría son de culturas indígenas. “Cuando viajo a la Sierra, lo primero que hago es ir a los mercados artesanales a comprar nacimientos”.
Los materiales son de lo más diversos. Tiene uno elaborado en cristal de Bohemia (Venecia), uno de madera y plata (Roma) y otros más artesanales, como el que está dentro de una cáscara de nuez y el que está dentro de un huevo de codorniz (Argentina), uno pintado en un dedal de porcelana y uno de yute (Ecuador).
Esposos arman los pueblos navideños desde noviembre
Coleccionar objetos es algo que a Daniel Cuadros le encanta y descubrió en los navideños una forma de embellecer su casa y su ánimo para recibir las fiestas.
“Empecé a comprar las piezas cuando no tenía casa. Compré para cuando tenga casa”, recuerda Daniel de lo que inició hace tres años. Para él, “la Navidad no sería tan linda sin estas cosas”, confiesa.
En la sala de su casa es imposible ignorar los cientos de piezas que conforman la Navidad en dos pueblos que pese a ser diferentes, transmiten la felicidad de estas fechas.
Se trata de un pueblo navideño en el que las piezas simulan la Navidad en medio de la nieve; y de Belén, que con piezas color tierra, recrea la imagen del lugar donde nació Jesús.
Frente a estos pueblos ubicó el pesebre. Su peculiaridad es que “los animalitos giran alrededor del nacimiento y casi nadie lo tiene”, asegura su esposa, Cindy Bayona.
Para llegar a conformar lo que es hoy esta sala navideña, Daniel comenzó a hacer las compras desde hace tres años.
Según él, todo empezó con el carrusel y otros elementos como un globo aerostático. Luego, a partir del segundo año, “casita por casita” fue armando el pueblo navideño, y el tercer año agregó casas con movimiento y un zoológico que delimita con el Belén que construyó en noviembre de este año.
Daniel y Cindy aseguran haberse tardado dos semanas, dedicándole todas las tardes hasta la noche. “El último día nos quedamos hasta la medianoche”, agrega Cindy.
El Belén fue el que le demandó más trabajo pues no se trataba de comprarlo armado, sino de comprar cada personaje, cada animal y luego los materiales que conforman el paisaje de esta localidad palestina.
“Busqué en internet acerca del belenismo y lo armé”, confiesa Daniel.
Ambos pueblos se separan con un muro que hizo Daniel pintando de gris y labrando en forma de bloques, un pedazo de espuma; mientras que Cindy, con el mismo material, se encargó de diseñar las calles y veredas del pueblo bajo la nieve.
Y aunque el Belén no tiene luz (como los demás objetos), tiene un significado especial para ellos. “Es lo que en verdad significa la Navidad”, coinciden.
Entre risas, la pareja admite estresarse con la visita de sus sobrinos, quienes como niños tienen curiosidad por todas estas novedades.
Esta peculiar colección de Navidad también es uno de los motivos que reúne en esta época a los familiares de la pareja, y que disfrutan desde que lo comienzan a armar hasta verlo “todo encendido”.
Recordando la Natividad en cada rincón de su hogar
Al llegar a la puerta de la casa de Annabelle Bayona de Lederberger, en la urbanización Camino Real (km 2), lo que más llama la atención es un nacimiento en el patio frontal.
Un par de ángeles con trompetas y la Sagrada Familia dan la bienvenida. Las figuras miden un metro aproximadamente y son de alambre blanco, y tienen luces que se encienden en la noche.
Una vez dentro, es necesario hacer todo un recorrido ‘ turístico’ en compañía de Annabelle, para descubrir que en cada rincón de su hogar hay una pieza que rememora el nacimiento de Jesús de Nazareth en Belén. “El sentido de la Navidad representa la familia. De niña yo la veía a mi mamá que hacía cada año el nacimiento típico, el Niño lo llevaba a la iglesia a bendecir. Desde ahí para mí lo más importante es tener el nacimiento”, cuenta.
El primero que tuvo, hace 29 años, aún lo conserva. Es de cerámica italiana y alrededor de este, rodeados de musgo y luces, reposan pequeños personajes autóctonos como un grupo de indígenas bailando, otavaleñas vendiendo frutas y vasijas de barro.
En la ‘planta alta’ del nacimiento, Annabelle recreó una ‘ciudad blanca’, con figuras de niños cantando fuera de una iglesia, leñadores, parejas bailando y árboles de Navidad.
En la sala principal hay otros dos nacimientos, en la cocina hay dos más y otro al subir por las escaleras; aquí Annabelle se detiene y cuenta que a este le pone una vela que se consume durante toda la noche. En el segundo piso están los demás. Nunca los ha contado, pero dice ella que tiene alrededor de 80.
Hay uno en miniatura hecho de barro; uno dentro de una pera de madera, traído de Panamá; uno de cristal con esmeraldas; uno de plata y otros dentro de una bola de cristal que fueron un regalo de su suegra.
Ni las habitaciones se salvan, cada dormitorio tiene junto a la cama un nacimiento que recuerda a cada integrante de la familia la importancia de la Navidad.
Una colección pequeña, pero con puro corazón
“El nacimiento recoge un acto de amor, de abrazar y recibir al Niño Jesús. Mi señora tiene bastante ilusión por los nacimientos, por eso yo en cada viaje le traía uno”. Así recuerda Stalin Álvarez, expiloto de la Fuerza Aérea, residente de El Cortijo (km 9 vía a Samborondón) el inicio de la afición de Zoila Valdéz por los nacimientos navideños.
Zoila aún recuerda y exhibe con especial cariño el primer pesebre que le trajo su esposo, de Nueva York. Es una bola de cristal llena de agua y escarcha, con la sagrada familia dentro, también tenía música, cuenta Zoila, pero con el tiempo dejó de funcionar, “ya son 20 años”, agrega . Alrededor de este, están otros pequeños pesebres de materiales como mármol, cerámica, plata, filigrana, porcelana, cristal y más. Son 35 en total.
Cada pesebre representa un viaje de Stalin, dice Zoila que de esa manera su marido le demostraba que pensaba en ella y siempre la tenía presente. Aunque no solo él ha contribuido con la colección. Mientras camina por la sala de su casa muestra un nacimiento en forma de carrusel de madera, regalo de Estela de Espinoza. Avanzando se detiene frente a uno de plata y filigrana, traído de Roma por su amiga Patricia Tomasi.
No se puede nombrar a todos quienes le han demostrado su cariño con un pesebre, pero Zoilita cuenta que cada uno tiene un significado especial . Por ejemplo, a la entrada de su casa está uno de cristal con siete ángeles alrededor, seis de bronce y uno de cerámica. “Me lo dio mi hija Claudia; estos ángeles representan a mis nietos, este es mi nieto que está en el cielo (el de cerámica) ”, dice Zoila.
Aunque su colección, dice ella, no es tan grande como otras, es “puro corazón”. “Para mí el nacimiento de Jesús es lo más grande para la humanidad, por él estamos los cristianos. De ahí nació esta afición”, expresa.
Cada año, ella y su esposo disfrutan de esta fecha colocando los nacimientos y reuniéndose en familia en medio de sus 35 pesebres, inculcando a sus nietos que lo más importante es Jesús.