Los amigos de Federico Larrea le tienen sana envidia porque no tiene horario ni jefe.
“Yo no puedo decir que este es mi trabajo porque es mi hobbie, ni mi hobbie porque es mi trabajo”, dice al explicar a lo que se dedica: diseño de jardines y práctica del arte del bonsái; además de otros oficios que practica por ser habilidoso con las manos, como el tallado, la pintura y joyería.
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Federico tiene 62 años. Cuando tenía 38 decidió dejar sus 20 años de carrera en compañías de seguros. Le dio un arrebato y se fue “a regar sus plantas”, su pasión de siempre. “Fue la decisión más increíble del mundo”, dice este hombre que hizo de sus habilidades una forma de vivir y compartir con los demás.
Reside en una casa donde se escucha correr el agua como al estar cerca de un río y es verde por todos lados: tiene más de 300 árboles enanos en todos los rincones de su hogar, hermosos jardines interiores con pequeños lagos con peces y tortugas y más de 50 coloridos pájaros vuelan dentro del patio interior entre los espacios de naturaleza que ha diseñado durante 20 años.
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Pero a más de ello, en esa casa sobra paz. Federico siempre ha sido seguidor de la cultura oriental . Su abuelo, Adolfo H. Simmonds, fue cónsul honorario de China y cuando a los 14 años le regaló un bonsái como no sabía cómo cuidarlo, se puso a investigar.
Desde joven aprendió artes marciales. Es cinturón negro en judo y aikido y esa práctica lo llevó a vivir a EE.UU. a un templo budista, donde volvió a practicar el arte del bonsái, y no se despegó nunca más.
“El bonsái es una forma de meditación, de relajación(...) además es un legado familiar. Una vez en Japón visité una familia que tenía árboles de entre 600 y 700 años... pensar que cuando Cristóbal Colón descubrió América, esos árboles ya eran viejos”, expresa emocionado de esta práctica en la cual, dice, nadie se ha inventado nada, porque todo es una copia de la naturaleza.
Federico es el dueño de Bonsái Center, y le da clases a más de 3.000 personas. Uno de sus grandes recuerdos es la exposición especial en el Museo del Banco Central, hace 15 años, en donde se exhibieron más de 200 árboles de Sudamérica, algo que hasta hoy se ha repetido. Además, ha dado clases en el continente, y sus creaciones han salido en publicaciones en Ecuador, Argentina y China.
Él mismo hace los maceteros, las fuentes y algunas miniesculturas que se usan. En su colección, en donde tiene árboles de más de 100 años, hay aromosos, ceibos, pinos, frutales, curry de la India y otros cientos de especies de recolección, comprados, de semilla, de esqueja, de acodo, entre otras técnicas. Federico les coge cariño mientras más tiempo pasan con él, aunque dice que uno no tiene hijos favoritos, y así mismo pasa con los bonsáis.
Este arte también lo ha llevado por el mundo entero, en su afán de captar conocimientos de grandes maestros, como John Naka (+), padre de la técnica en América; Ben Oki, quien estará en la ciudad la próxima semana y es su maestro natural, Saburo Kato; y Kimura.
Federico está casado con Patricia del Pino, quien colabora con él y tiene dos hijos: Juan Carlos, compositor musical; y Juan Xavier, desarrollador de aplicaciones informáticas. En su casa, dice, tratan de tener una vida tranquila porque no les gustan los médicos.
En el barrio ha tratado de colaborar con el comité de Los Ceibos para tratar de que la ciudadela tenga un control de entrada para evitar más robos debido a la inseguridad que él y su familia han vivido, como robos y secuestros.
De Guayaquil, en cambio extraña la cantidad de árboles que tenía. Aunque “al fin han dejado de sembrar palmeras”, no está de acuerdo con la tala de árboles en las avenidas y recuerda “los aromos de la avenida Machala, que dejaban todo fragante, y los Samanes de la ciudadela Kennedy ”.
Cuando diseña jardines se convence de qué es lo que le gustaría tener en su casa, así impregno sus buenas energías en el resultado. Puede tardar poco tiempo o varios días en un trabajo, pero lo más importante “es hacer las cosas con todo el corazón”, recalca.
Dicen de él
“Hoy me despido de ti (...) hoy veré tus ojos, nunca más tu sombra, hoy dejaré de ser un niño, pero nunca dejaré de ser el tuyo, adiós, papá”.
Juan Carlos Larrea
Extracto de carta a Federico, su padre