Las casas de madera con tejas, balcones alargados en los que se colgaban hamacas, ventanas que se levantaban con una varilla y el tranvía que recorría las principales calles del centro de Guayaquil son parte del recuerdo de José Vera, quien a sus 92 años rememora estas vivencias y se niega a abandonar el sitio desde donde se extendió la ciudad entre el río y el estero.