SU IDENTIDAD son los helados y se considera un heladero. Por eso para él hay dos tipos de seres humanos, los de vainilla y los de chocolate. Los primeros son más dulces y románticos, los segundos apasionados y sofisticados. “Yo soy un poco de las dos pero más hacia vainilla”, comenta entre risas.
Gino Kronfle Di Puglia, de 56 años, es hijo de Edmundo Kronfle y María Teresa Di Puglia, fundadores de la cadena Pingüino en Ecuador. Ellos viajaron a Italia a una feria de helados con la intención de traer los equipos para instalar una planta. Así nació el negocio. “Nosotros (él y sus hermanos) crecimos yendo a la fábrica de helados, sintiendo los olores, saboreando y jugando fútbol en el patio de la empresa”, recuerda Gino.
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Estuvo casado con Marjorie Adum, y fruto de este matrimonio nació Daniela, de 35, una reconocida diseñadora de joyas que tiene su local en Samborondón. Se divorció y en 1991 se casó con Cinthya Muirragui, con quien tiene dos hijos: Johanna, de 22, y Gino, de 18.
Samborondón, donde vive hace cinco años en la urbanización Castelago, es para él un sitio privilegiado, por lo estético y los servicios que ofrecen comercios, oficinas y restaurantes. “Se ha convertido en un lugar que podría ser un centro de primera clase en cualquier parte del mundo, me encanta”.
UN MUNDO DE HELADOS
Su padre vendió Pingüino a una multinacional en 1996. Pero el amor, pasión y conocimiento de este negocio continuó en la mente de Gino, quien en el 2004 decidió crear Helados Gino’s (km 4,5 de la vía a Daule, Mapasingue Oeste) y en el 2006 Planet Ice Cream (Urdesa y en las piazzas Samborondón, Villa Club y Ceibos).
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El primero nació con la intención de mantener los sabores, calidad y compromisos originales de cuando su padre era dueño de Pingüino. “Esto a veces se pierde cuando se traspasa un negocio a las multinacionales, porque no tienen identidad nacional”. Con su nueva empresa dice haber devuelto al Ecuador sus sabores propios, como el tamarindo o chemise.
Durante el desarrollo de Gino’s quiso crear una heladería gourmet y la llamó Planet Ice Cream, una mezcla de estilo italiano y americano. “Para mí, este concepto no solo es algo que sepa o tenga un sabor único, sino que te brinde una experiencia única”.
Se diferencia por la originalidad de servir el producto. El cliente llega al local, escoge un sabor de helado, sobre una plancha congelada de granito, a una temperatura de menos 22 grados centígrados, lo mezclan con aderezos de galletas, frutas, caramelos o chocolates. “Tú inventas el helado que sueñas o que en ese momento te provoca”.
En familia visita el local las veces que pueda. Y claro, también aprovecha para degustar. Su preferido es la vainilla macadamia, con manjar, chocolate y galletas oreo. “Al tomar helado siento que soy un niño, que estoy contento, que es un momento de paz, alegría y mucha dulzura”.
Cuenta que una vez preguntó a un psicólogo qué significaba el helado. “Me dijo que a nivel psicológico es uno de los pocos productos que cuando lo consumes te transporta a un momento de felicidad”.
Cuando se trata de comida salada, su favorita son las pastas, plato que su esposa sabe preparar muy bien, pues ambos son descendientes de italianos y viajan con frecuencia a ese país que considera su segunda patria.
Sin embargo, Gino dice ser un cantante frustrado y buen nadador. En los años setenta, cuando era niño, tenía un grupo musical llamados Los Ginos, junto a sus dos hermanos, un primo y dos amigos. Pero su padre vendió los instrumentos, “nos dijo que prefería que seamos heladeros antes que músicos”.
ANÉCDOTAS HELADAS
Es uno de esos galanes de antaño y asegura que después de regalar flores, el segundo paso con una mujer es invitarla a tomar un helado.
Se considera también una persona creativa y sin miedos al desarrollar productos nuevos. Por eso quiere llevar su Planet Ice Cream a otras ciudades del país. Será un proceso lento para no dañar la calidad.
Al momento el sabor de seis de sus helados llega en envases de un litro a los supermercados.
Regresar al mercado de los helados lo ha convertido en competidor de su ex empresa, con la cual asegura mantener una muy buena relación. “Cuando oigo el nombre Pingüino es como si estuvieran diciendo Kronfle”.