Desde pequeño se inclinó por la medicina, por servir a los demás y hacer algo por la sociedad. Teófilo Lama Pico es el tercero de siete hijos, de padre chino y madre manabita. Nació en la provincia de Los Ríos el 13 de octubre de 1936, pero hizo de Guayaquil su segundo hogar, debido al trabajo de su padre, don Julio Lama. Aquí se crió, estudió y conoció al amor de su vida.

Graduado de bachiller en el colegio Vicente Rocafuerte, se hizo a él mismo la promesa de apartarse de la diversión y dedicarse a estudiar a tiempo completo. Recuerda que uno de sus profesores les decía que si salían y se divertían jamás serían unos buenos médicos.

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Años después su esfuerzo rindió frutos: el 20 de diciembre de 1963 se graduó de médico en la Universidad de Guayaquil y empezó a dar pasos más grandes en la profesión.

Comenzó en el Hospital Luis Vernaza donde trabajó gratuitamente para la Junta de Beneficencia. Luego, en 1967 con la ayuda de unos familiares que trabajaban en la Unión de Bananeros del Ecuador empezó una travesía a bordo de un barco que exportaba frutas. Su destino: Japón, donde él deseaba hacer su especialización .

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Se demoró 16 días en llegar al país asiático donde solo tenía un pequeño cuarto y poca comida.

Pero eso no fue impedimento para cumplir su sueño de estudiar y trabajar junto al doctor Comen Nakallama, quien a su criterio era el mejor en ese país. Logró ingresar al Tokio Medical College y se especializó en endoscopia, una rama que en ese tiempo era prácticamente desconocida en el Ecuador.

De regreso al país pasó por Los Ángeles, Estados Unidos, donde le ofrecieron trabajar y poner en práctica sus nuevos conocimientos. No aceptó. Sentía que Ecuador necesitaba de él y pesaba también su reciente matrimonio con Margarita Valverde, la eterna enamorada de siete años en la universidad.

Con equipos nuevos de endoscopia llegó al país para trabajar en un hospital privado. Tiempo después recibió una llamada de Gabriel Roldós, de la Junta de Beneficencia, con quien tenía una estrecha amistad. Le comentó que en el sector de Kennedy iban a construir un centro comercial (ahora el Policentro) y tenían un terreno que podía servir para su ansiada clínica.

Lama fue hasta donde Otto Orellana, gerente del antiguo Banco La Previsora, para solicitar un préstamo. Sin dudarlo y por la amistad que se tenían le dio el dinero con el que pudo fundar la Clínica Kennedy, el 7 de octubre de 1978 tras dos años de construcción.

Teófilo Lama vendió los 22 consultorios disponibles en la clínica y los títulos de propiedad para poder pagar la deuda al Banco. Comenzó una época de trabajo. La idea es que los médicos que lo acompañaron en la creación de la clínica ofrecieran buena atención, la mejor medicina y equipos de tecnología de punta.

Jamás imaginó que iba a tener tanta aceptación. Pero fue creciendo y en 1997 fundó la Clínica Kennedy en la Alborada, en un terreno de Rodolfo Baquerizo, y luego, en el 2006, en la vía a Samborondón (km 2), en torno a un grupo hospitalario que hoy maneja junto a sus hijos.

Ahora cura la tierra
Un hombre pragmático, católico apostólico y romano, apasionado por la filosofía budista, que posee hace cuatro años una propiedad lejos de la ciudad en donde cura a la tierra, así es como define su vida.

En su hacienda se dedica a sembrar plantas para tener sus propias reservas de comida, alimentar y cuidar sus caballos y dar paseos en su bote casero sobre el lago que está en medio de la propiedad. Es un espacio que comparte con sus 12 nietos (una de ellos está a punto de graduarse de doctora), y que le ofrece paz y tranquilidad.

Todas las mañanas al levantarse va hasta un árbol que tiene en el patio interior de la casa y toca una campana que cuelga de ahí. Da tres campanadas: la primera para anunciar que está vivo, la segunda para rendir homenaje a los muertos y la tercera para saludar al nuevo día.

Hace cuatro años se retiró parcialmente de la clínica, porque quería dar espacio a los nuevos doctores. En la actualidad solo va por dos horas porque sus hijos Édgar, Marlon y Teófilo están a cargo.

Todo el tiempo lo dedica a su esposa Margarita. A sus 74 años y dedicado a viajar por todo el mundo con ella, el ex ministro de Salud cree que la medicina es cuestión de responsabilidad, de saber la anatomía como una oración. “Es una profesión hermosa que requiere mucha perseverancia y amor hacia los demás”, dice este profesor de Anatomía de la Universidad Estatal desde hace 40 años. Él, como aquel maestro lo hizo con él, recomienda a sus alumnos estudiar “muchísimo” para que sean unos grandes médicos.

No cree haber dejado legados en la ciudad o en los doctores, piensa que todas las cosas que hace el ser humano son interesantes, por eso no se siente un hombre especial, pero sí con mucho espíritu.

Dicen de él
“Teófilo es un hombre bueno, que le encanta servir a los demás, siempre fue muy dedicado a su carrera”.
Margarita Valverde,
Esposa de Teófilo Lama