Fue un viaje de nueve días por el océano Atlántico, desde Amsterdam (Alemania) hasta New Hampshire (Estados Unidos). Aquel recorrido en 1958, en un trasatlántico, lejos de ser agotador fue entretenido para la hermana Petra, quien entonces tenía 23 años y pertenecía al movimiento de Schoenstatt.

El interés por conocer al fundador de la obra a la que seguía desde los 14 años, el padre José Kentenich, hizo que tomara la decisión de dejar su hogar en Stuttgart y aventurarse en la búsqueda del sacerdote alemán al que solo lo conocía a través de libros, para nutrirse más de sus enseñanzas y ejemplos.

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Hoy, medio siglo después, la religiosa que pertenece a la comunidad Hermana de María de Schoenstatt, es un instrumento de esta agrupación católica que difunde el mensaje, la vida y personalidad del padre Kentenich, con quien trabajó durante tres años (1958 a 1961) como secretaria.

“En esa época no era común que una joven universitaria viajara hacia un país lejano como ahora, pero ese gran deseo de conocerlo (al padre Kentenich) hizo posible, y gracias a Dios me lo regaló”, contó a este Diario la hermana Petra, quien estuvo durante 20 días en Guayaquil, invitada por el movimiento schoenstattiano de esta ciudad para transmitir la vida del sacerdote y lo que aprendió y conoció de él.

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La hermana Petra destacó  que su encuentro y posterior colaboración con el fundador fue fundamental para dedicarse a la vida religiosa. Ella ingresó a la comunidad de las Hermanas de María en 1961 y hoy tiene 48 años dedicados a ella.

“Viajé con una amiga y llegamos al santuario (Milwaukee, Wisconsin, Estados Unidos), y la idea era esperar. Le pedimos a la Virgen María que nos enviara al fundador, pero yo estaba intranquila, así que salí a caminar, pero antes le dije a mi compañera que si llegaba me fuera a buscar”, relata.

La hermana Petra cuenta que salió, pero no se percató de que el padre Kentenich había ingresado por otro lado del santuario. “Él no permitió que mi amiga fuera sola a buscarme, sino que él dijo vamos los dos, para mí eso significó muchísimo”, prosiguió con el relato.

Aquel encuentro perdura en su mente. Sucedió el 10 de agosto de 1958. “Fue una fecha especial para mí”, refirió.

Persona muy sencilla
“Me impresionó mucho el padre Kentenich, era una persona muy cercana, muy cordial, sencilla, muy noble, que atraía. Tenía una gran sencillez, ayudaba a todos, se preocupaba por el resto”, resaltó la religiosa.

La hermana Petra, quien ya visitó Guayaquil en el 2003, destacó que el mensaje del padre Kentenich es formar y ayudar a que se formen familias católicas sanas y santas.

“Él hizo mucho hincapié en la formación de la familia, porque Schoenstatt nació como familia espiritual dentro de la Iglesia y el padre fundador es el padre espiritual del movimiento”, recalcó.

La hermana Petra afirmó que el movimiento ayuda a los matrimonios jóvenes y mayores a reconocer la esencia de la familia constituida por Dios y a la vida del hogar, en una formación continua de los grupos que pertenecen a Schoenstatt.

Para la religiosa,  el padre Kentenich fue  un sacerdote paternal por el trato que tenía hacia los feligreses y con ella. “Cuando me encontré con él en el santuario recordé el pasaje bíblico de Jesús: No crean que ustedes me han descubierto a mí, yo los he descubierto a ustedes, dijo Cristo a los suyos.

Esto me confirmó más claramente que el padre Kentenich es un hombre de Dios”.