Eduardo Ramírez Torres no recuerda haber vivido en los últimos 14 años momentos tristes al lado de sus nietas Sara, de 16 años, y Raquel, de 18, a quienes ha visto crecer y convertirse en adolescentes.
"Hemos compartido muchos momentos bonitos", dice Ramírez, de 68 años, quien a través de su oficio como taxista ha ayudado a educar a sus nietas.
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Su anhelo hoy es verlas realizadas profesionalmente. "Espero alcanzar a ver sus títulos en la pared si Dios me lo permite", comenta Ramírez. El rol de padre lo asumió cuando Raquel tenía 5 años y Sara 2, tras la muerte trágica de su yerno.
Su hija mayor, María Eugenia, de 42 años, madre de las adolescentes, cuenta que llevaba casada seis años cuando su esposo murió en un naufragio.
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"Mi hija quedó desvalida", señala. En ese momento Ramírez decidió que María Eugenia y sus niñas (a quienes las considera como sus hijas) vivieran con él. "No me quejo son buenas niñas, tranquilas, me tratan con mucho respeto y cariño".
"Él representa la imagen paterna que mis hijas necesitaban", asegura María Eugenia, quien se siente agradecida con su padre. "Yo me he ocupado de guiarlas, corregirlas, y él ha sido el apoyo económico y orientación cuando mis hijas han necesitado un consejo".
Ella y su hija Raquel reconocen que Sara es la más engreída de Ramírez. "Es un abuelo chocho". En eso coinciden las dos jóvenes y su madre, quienes sonríen a cada momento. Hoy, en su casa, en la E y la 28, habrá una parrillada por el Día del Padre. Será una doble celebración, porque también se festejará los 19 años de Raquel.