En época de correo electrónico, estas aves no han quedado sin oficio. A nivel mundial son protagonistas de largas competencias aéreas en torno a un deporte llamado colombofilia.A simple vista podrían parecer palomas de parque o de la fachada de una iglesia, pero en realidad son verdaderas atletas. Salen a volar cada mañana, tienen una alimentación especial y en épocas de competencia se someten a entrenamientos de hasta dos meses.La diferencia con las de parque es que estas poseen un excelente sentido de ubicación geográfica, manejan coordenadas, se guían por ondas magnéticas y pueden ver hasta 40 km de distancia. Eso hace posible que aun abriendo sus jaulas o llevándolas a una ciudad lejana, sepan regresar siempre a casa.Son las palomas mensajeras, una especie de ave que ha servido como herramienta de comunicación a través de los años e incluso para ayuda en casos de catástrofes, operaciones de salvamento, intercambios de muestras entre hospitales y como tácticas secretas en la primera y segunda guerras mundiales.En los enfrentamientos bélicos las llevaban en grandes cantidades y las soltaban sobre Europa desde bombarderos para que indicaran las posiciones del enemigo. Los alemanes trataron en más de una ocasión de interceptar este tipo de comunicaciones con la colocación de mallas. No tuvieron éxito. Su alto vuelo y habilidad para evitar obstáculos las convirtieron en un enemigo difícil de vencer.El adiestramiento y la cría de estas palomas mensajeras se conoce como colombofilia (la fusión de columba, su nombre científico, y filia, de afición) y tuvo su auge en la antigüedad. Pero hoy, en pleno siglo XXI, donde el internet y los teléfonos móviles son las principales armas de comunicación, la colombofilia derivó en un deporte cuyo fin ya no es llevar mensajes sino recorrer un trayecto a la mayor velocidad posible.La afición nació en 1826 en Bélgica, donde se organizó la primera carrera de palomas mensajeras desde París.Para concursar, los competidores se afilian a algún club colombófilo de su ciudad, que organiza las carreras con palomas que fueron previamente entrenadas.En Ecuador, la colombofilia se estableció con fuerza en la década del sesenta con la creación de la Sociedad Colombófila de Guayaquil. Óscar Arias Vargas, Ernesto Tafur Morales, Tiberio Botero, Luciano Thoret, Carlos Trujillo, Mario Quiñónez y Sergio Cedeño fueron sus impulsores. Importaron palomas desde Bélgica, Estados Unidos, España y Argentina, y marcaron el punto de partida para las competencias en el país.La primera carrera de palomas mensajeras en Ecuador se realizó el 12 de diciembre de 1960 con una travesía desde La Libertad a Guayaquil, auspiciada por Diario EL UNIVERSO. Una paloma de Óscar Arias obtuvo el trofeo al registrar dos horas de vuelo.Esa sociedad, cuenta Sergio Cedeño, aficionado al deporte desde los 15 años, funcionó hasta el setenta. Luego se formó otra con un grupo diferente denominada Asociación Colombófila Ecuatoriana. Esta funcionó desde fines del ochenta hasta inicios del 2000 y organizó vuelos desde Esmeraldas, Bahía, Manta y Quito. Incluso en esta última competencia se impusieron récords que se rompieron con el desarrollo de otras carreras.El caso de la travesía de Quito a Guayaquil (uno de los destinos más complicados para las palomas debido a la cordillera) es un ejemplo. La primera ganadora de esta ruta hizo siete horas y quince minutos; después se impuso un ejemplar de Gabriel Rodríguez con un récord de cinco horas; hoy la mejor marcación la tiene una paloma de Óscar Arias, que completó la misma carrera en tres horas y media.Una actividad familiarDesde hace un mes, otro grupo de colombófilos (aficionados a la colombofilia) que pertenecieron a estas asociaciones decidió unirse para refundar la Sociedad Colombófila Alas del Ecuador, que cuenta con 18 integrantes y busca retomar la organización de competencias de palomas.Su presidente, Gabriel Rodríguez Cassanello, cuenta que el proyecto inmediato que tienen es la construcción de un colombódromo, un palomar gigante con capacidad para albergar a más de 200 palomas mensajeras. Estará ubicado en la vía Perimetral. Al colombódromo se envían pichones que no hayan volado y se les da un adiestramiento y una alimentación común a todos durante cinco meses. Cuando la paloma tiene siete meses se le hacen algunas sueltas (se las echa a volar) desde lugares variados, según donde sea la competencia.En cada palomar, los dueños cuentan con un reloj donde se registra el tiempo de vuelo del ejemplar una vez que llega desde el lugar que fue soltada. Este se marca en un anillo de caucho, diferente al que tienen por identificación, que llevan las palomas durante la carrera.Una paloma mensajera bien adiestrada y, según sus condiciones físicas, puede llegar a costar miles de dólares, aunque lo realmente importante –dice Rodríguez– no es el costo sino el espíritu de competencia sana que genera.Por eso es un deporte ideal para disfrutar en familia. Xavier Carrera, por ejemplo, lo comparte con su hijo Xavier, de 14 años, y juntos investigan las características de las aves, sus dotes innatos y esa habilidad para surcar a toda velocidad los cielos (a 75 km por hora en promedio), ya no para llevar un mensaje sino para cruzar la meta y ganar la carrera. (K.V.)