Tres  policías que trabajan en el hospital de la institución relatan sus experiencias.

El hampa no lo sorprendió cumpliendo su labor como policía sino de civil, como cualquier ciudadano que tiene derecho a transitar libremente por las calles.

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Era su franco, como denominan los miembros policiales a sus días libres, y se dirigía a su vivienda en Quevedo, provincia de Los Ríos. En el trayecto, varios delincuentes lo atacaron para robarle y no conforme con eso le dispararon, dejándolo inconciente en el suelo.

Aquello ocurrió hace trece años, pero es el recuerdo que más conserva la memoria de José Alvarado, un sargento segundo, de 40  años,  de la Policía Nacional, que trabaja en el hospital de la misma institución.

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Alvarado lo dice cada vez que comenta su caso, pues en ese evento recibió una bala que ingresó por su cuello y posteriormente desembocó cerca de su médula espinal.

Esto lo mantiene dependiente de una motoneta eléctrica  y en algunos casos de una silla de ruedas.

Como era de esperarse, Alvarado se sintió decaer, porque apenas había cumplido tres años como policía. “Pero vi que aún tengo mis manos, mis piernas y mi cerebro y desde entonces sigo adelante”, expresa con firmeza Alvarado.

Si bien no es un grato momento para evocar permanentemente, Alvarado enfatiza que lo único positivo del tema es que el hecho le sirve para darle de ejemplo a sus hijos (de 6, 8 y 13 años) de lo que es capaz de llegar a hacer un ser humano a pesar de las dificultades.

Actualmente, Alvarado está trabajando en el área de estadísticas del hospital de la Policía Nacional, donde recepta documentos de quienes ingresan a ese centro médico.

Recuperó ganas de vivir
Otro caso de gendarmes que a pesar de su discapacidad persisten en su labor al servicio de la comunidad, es el de Vicente Núñez Núñez, de 35 años.

Él fue uno de los sobrevivientes de un accidente de tránsito, que ocurrió cuando estaba en horas de servicio y trasladaba documentos reservados a una comandancia.

El cabo primero comenta que fue frustrante para él, porque tenía tres meses como policía. “No me había realizado del todo, aún me faltaba por vivir en este oficio”, comenta.

Su situación empeoró cuando luego del hecho, ocurrido hace catorce años y que afectó tres de sus vértebras lumbares, intentó quitarse la vida. “Estuve casi un año en el hospital, era muy joven y me sentía solo, y no podía seguir más. Pasé dos años en silla de ruedas y con terapia psicológica”, asevera.

Con ayuda de su familia y amigos, Núñez logró salir de la  depresión. Esto, además de sus cuatro hijos (de 3, 5, 8 y 10 años), quienes lo motivan a continuar con su trabajo, aunque desde la bodega del hospital.

Al igual que Alvarado, Núñez y Magno Chávez, decenas de gendarmes con discapacidad que trabajan para la Policía  buscan que se refleje la otra cara de la moneda de la institución.

Esto es que se dé a conocer la labor de buenos  miembros  que dedican horas de su vida a luchar contra la delincuencia.

TEXTUALES: Reacciones

José Alvarado
Policía

“Absolvieron  a quienes me atacaron por  falta de pruebas. Los delincuentes no son los únicos que tienen derechos, los policías también”.

Magno Iván Chávez
Policía

“A pesar de lo que me sucedió sigo adelante. Lograré mis metas”.