Historias de padres que con pocos recursos pudieron sacar adelante a la familia.
Se conmueve hasta las lágrimas cuando piensa en sus cuatro hijos que viven en el extranjero, aunque uno de ellos, la que es profesora y se fue a Italia hace 10 años, está aquí para celebrar el Día del Padre.
Ramón García Gamboa, de 69 años, se considera un hombre afortunado porque a pesar de haberse desempeñado en trabajos sencillos logró darles estudios, profesiones y oficios a sus siete hijos.
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En este día especial, el esfuerzo de padres de familia como Ramón cobra valor porque, a pesar de no contar con suficientes recursos económicos, pudo sacar adelante a sus hijos y hacer de ellos hombres y mujeres profesionales, pero sobre todo, dice él, personas de bien.
“Dos son periodistas y uno ejerce la profesión en Estados Unidos. Hay tres profesores, un médico y el último es bachiller, pero aprendió mi oficio de sastre”, refiere.
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Ramón García también trabajó por algunos años en una empresa de materiales de construcción, haciendo un poco de todo; luego se puso un negocio de venta de tanques de gas, que lo mantiene hasta la actualidad, en 4 de Noviembre y la 12, donde vive.
Manabita de nacimiento, comenta que perdió a su madre cuando aún no cumplía los cuatro años, siendo joven vivió en Quevedo, donde se enamoró de la madre de sus siete hijos, María Quinóñez. “Si no hubiese sido por ella, esta familia no habría salido adelante”, reconoce con ojos llorosos.
Quiñónez está sentada cerca de él, lo observa risueña, así como también a Daniel Rasmussens, un holandés que es muy querido por sus vástagos, porque cada dos años los visita, como en esta ocasión, y está pendiente de la parte económica.
Por medio del Plan Padrinos, un programa internacional que ayuda a personas de escasos recursos, la esposa de Ramón contactó a Rasmussens a través de las oficinas de Guayaquil, para que apadrinara a sus hijos Luis Alberto, de 39 años, médico general que vive en Connecticut y a Ramón Alejandro, de 38 años, periodista, que se desempeña como capitán de restaurante en el hotel Palace de Guayaquil.
Otros dos hijos que viven en Estados Unidos son Eduardo, de 36, profesor de segunda enseñanza, quien también trabaja en un restaurante en Connecticut; y Jorge, de 44, que labora en un periódico de Brooklyn.
Su hija Gladys comenta que dejó la dirección del jardín Semillitas de Esperanza para viajar a Peruggia, Italia, en busca de un mejor futuro, porque la familia atravesaba por problemas económicos.
Allí cuidó a una persona de la tercera edad. “Hace un par de años mi padre nos visitó a mí y a mi esposo”, señala y afirma que de él aprendió a ser constante y a no dejarse vencer por las adversidades, un pensamiento que comparte Javier, el menor de ellos.
En cambio Nuri, la mayor, dice que de su padre rescata la sonrisa, la comprensión y ese gran amor que tiene por las personas... “Lo malo es que fía los tanques de gas”, bromea el menor de los hermanos.
Gladys García
Maestra
“Mi padre nos enseñó a jamás dejarnos vencer por las adversidades y a saber levantarnos”.