El nuevo obispo auxiliar de Guayaquil dice que aún le falta mucho por hacer en  la labor social.

El padre Darío Maggi, nuevo obispo auxiliar de Guayaquil, no tiene una respuesta exacta cuando le preguntan desde cuándo empezó a sentir  aquella  vocación por seguir los designios de Dios. “Nací en un pueblo del norte de Italia (Bérgamo) con una fuerte hambre católica”, dice.

Aún así, este sacerdote de 52 años asegura que fue luego de integrar el Movimiento Comunión Liberaria, a los 18 años, cuando supo con certeza que podía servir mejor al prójimo a través de misiones, en donde  realiza labores comunitarias.     

Desde   que se ordenó como sacerdote, el 15 de junio de 1985, el padre Darío, como lo llaman sus amigos y conocidos,  ha viajado a otros países de Latinoamérica y Europa para colaborar con proyectos sociales. “No me gusta viajar mucho, no soy un turista, pero lo hago con gusto cuando sé que alguien que necesita ayuda me espera”.

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Hace más de 20  años pertenece a la fraternidad San Juan Apóstol, cuyo fundador fue el sacerdote que lo ordenó.

A pesar de que ahora tiene su agenda más ajetreada que antes debido a su nuevo cargo, el también Secretario Ejecutivo de la Comisión de Educación de la Conferencia Episcopal siempre se da un espacio para atender a compañeros y  feligreses con una sonrisa. 
 
El padre Maggi se alista para nuevos retos y lo hace con mucha sencillez. “Esto es parte de una nueva historia. Voy a colaborar en la tarea de pastorear la Ley del Señor y sostener su obra evangelizadora”.
En 1989, el padre Maggi obtuvo la licenciatura en Teología del Matrimonio y de la Familia; en 1992 llegó a la Arquidiócesis de Portoviejo, donde también fue nombrado vicario de Educación.