En varias zonas de  Guayaquil, tiendas de antigüedades ofrecen piezas a diversos precios y para todos los gustos. Un vistazo al trabajo de  tres personajes dedicados a anticuarios.

Los verdaderos amantes de las antigüedades, al momento de buscar piezas para decorar sus viviendas, negocios –restaurantes, cafeterías, bares, etc.) y lugares de trabajo –oficinas, estudios, etc.– no solo visitan las lujosas galerías de los centros comerciales, sino también acuden a tiendas y puestos ubicados en diversos sectores de Guayaquil: La Atarazana, Barrio Orellana, el centro de la ciudad y el populoso Mercado de las Cuatro Manzanas.

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Esta ruta recoge las vivencias de tres personas dedicadas a asesorar y a surtir de objetos auténticos y valiosos a una clientela diversa.

“Ser anticuario es una profesión. Yo soy ingeniero comercial pero nunca he ejercido porque me dediqué al negocio de las antigüedades”, comenta Hugo Vergara Castillo, nacido en Santiago de Chile pero radicado en Guayaquil hace 40 años. Nos recibe en su almacén Antigüedades (Luis Plaza Dañín y av. Democracia, La Atarazana, teléfono: 228-5778).

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Recuerda que antes buscaba piezas en la famosa cachinería de Pedro Pablo Gómez y en las ferias de ciudades de la sierra. “Mi hobby era comprarlas, restaurarlas, así comencé”. Cree que un anticuario a más de emplear sus cinco sentidos debe leer libros, revistas y catálogos, buscar piezas en otros países, saber sobre escuelas y estilos artísticos.

Cuenta que, a veces ocurre, cuando lo llaman para venderle una pieza, la gente se pone brava porque cree que es antigua y no tan solo una copia. “Si son objetos fabricados en América para ser considerada antigüedad debe tener más de 100 años, y si es una pieza europea, más de 400 años”, precisa.

La gente que adquiere antigüedades en su almacén son decoradores o de un estrato social medio alto para arriba, con cultura y gusto por los objetos. 

La temporada baja en este negocio es de enero a marzo porque toda su clientela de Ceibos, Urdesa y Samborondón se va a Miami, a Salinas, etc. Es cuando algunos anticuarios cierran sus tiendas, aprovechan para salir a comprar piezas y restaurarlas.

En el corazón mismo de uno de los sectores más populares de Guayaquil está la tienda Antigüedades (Alcedo 425 Seis de Marzo. 241-1889).
“Comencé con cosas usadas, porque entre esos objetos llegaban piezas valiosas”, manifiesta su propietario el guayaquileño Fabricio Tapia Olmedo, quien se inició a los 7 años porque su padre Eduardo Tapia tenía un puesto en la feria dominical de Pedro Pablo Gómez. Su padre vendía las mejores piezas al genealogista Pedro Robles Chambers y al anticuario italiano Enrico Cesa.

Años después, Fabricio Tapia tuvo su puesto que lo abría a las 07:30, “de Urdesa y el Barrio del Centenario buscaban antigüedades a precios más cómodos que en las galerías. También los dueños de esas galerías llegaban con piezas para revenderlas”, otros aficionados eran historiadores, gente culta y aficionados.

Cuenta que nunca ha tenido acceso a una pieza fabulosa, pero como anécdota recuerda que hacia 1998, le vendieron el brazo de una estatua que correspondía a la estatuaria de José Joaquín de Olmedo.
Parece que un árbol golpeó la estatua y le partió el brazo, uno de los borrachines la cogió y la vendió en una chatarrería. Ahí la compró un comerciante que se la ofreció, “la compré por curiosidad, sin saber de dónde era, después me enteré que la estaban buscando y la devolví a través de un amigo cuyo tío era el Procurador Síndico del Municipio”, evoca el anticuario antes de atender a un cliente

Calles más al sur, el Mercado de las Cuatro Manzanas (Seis de Marzo y Franco Dávila) expende artículos varios y entre ellos antigüedades. En el puesto 171, la esmeraldeña Piedad Anchico comenta: “Aquí vendo piezas económicas como las antiguas planchas del gallito, candelabros, máquinas de escribir”. Ella años atrás laboraba en la calle Alcedo y Pío Montúfar. Sus proveedores son los carretilleros ambulantes que compran desde botellas y periódicos hasta alguna antigüedad que las familias desechan como objeto viejo. Todos los días de la semana atiende a sus clientes que son de clase media baja y algunos aficionados de las antigüedades que visitan los  almacenes, las tiendas y puestos de mercados en busca de alguna grata y valiosa sorpresa a precio bajo para incorporar a su colección.

Otros locales son de Nill Cornejo (Plaza Dañín y Nicasio Safadi. La Atarazana, teléf: 239-3093; Giovanny Reyes (Alejo. Lascano 1218 y José Mascote. Barrio Orellana teléf: 239-3501) y Bella Anzules, Mercado de las Cuatro Manzanas (puesto 118).