En las bulliciosas ciudades resulta un poco raro observarlas, pero su presencia es más frecuente en las zonas campesinas del país que todavía conservan las fiestas de santos patrones u otras de raigambre popular.
Las celebraciones que contempla en diciembre y parte de enero el ancestral calendario de fiestas indígenas y tradicionales ecuatorianas (solsticios, etcétera) junto con el santoral católico universal (Navidad, entre otras), permite observar interesantes fusiones de la religiosidad popular con el folclore social en distintas expresiones.
Publicidad
Ahí pues los festejos de caseríos, recintos y centros urbanos de Sierra, Costa y otras regiones del país, prueban que el cristianismo traído por los colonizadores españoles se fusionó con las expresiones vernáculas de la población aborigen, que salvó eso sí a varias de ellas de la total influencia europea.
En cuanto a las posadas, pesebres o nacimientos, pase del Niño, villancicos, disfrazados o personajes, que son parte del folclore social, y los juegos pirotécnicos y las comidas y bebidas que comprende el folclore ergológico, son expresiones de contagiante vitalidad en la que toman parte niños, jóvenes y adultos.
Publicidad
Pero, entre todo aquello, la cuota musical a cargo de las ‘bandas de pueblo’ tiene papel fundamental para alcanzar el éxito de cualquier festividad decembrina o de enero, porque logran que nadie se sustraiga a la algarabía reinante.
Según ciertos estudiosos, las bandas de pueblo se originaron en los ministriles o músicos instrumentistas españoles, cuya tradición llegó a América durante la colonización con los religiosos franciscanos. Después de sortear inconvenientes, pues a la música se la consideraba actividad baja e incluso se prohibió que se tocara ciertos instrumentos de viento en las iglesias por ser ‘paganos’, la situación para los músicos mejoró.
Incluso solo se enseñaba música a los indígenas, españoles huérfanos y mestizos pobres porque se decía que aquella era una profesión de bajo rango; quienes tuvieron esas enseñanzas regresaron a sus lugares de origen y formaron grupos dándoles sus conocimientos. En esa forma la actividad se incrementó y los civiles desplazaron a los militares, como parte de las bandas que se multiplicaron en ciudades y pueblos.
Desde entonces, muchísimos años atrás, las bandas de música son importantes en las fiestas religiosas y populares como las de diciembre, pues encabezan junto a los priostes las comparsas de personajes del nacimiento de Jesús, y alegran el ambiente con sus albazos, sanjuanitos, tonadas, villancicos y otros ritmos que incorporaron para estar actualizados, igual que lo han hecho con los instrumentos musicales.
Ahora la chirimía, el redoblante, la flauta, el pingullo y tambor, los platillos, el saxofón y acordeón, la pandereta no son los únicos instrumentos comunes, sino otros como la guitarra eléctrica, por ejemplo, que apoyados en el amplificador, le dan un aire renovado a estas agrupaciones, que últimamente debido a la dificultad de contratarlas a bajo costo, hacen que los priostes usen grabadoras para reproducir villancicos y otros temas.
Los pases del Niño en Cuenca, Cañar, Quito, Machala y otras ciudades serranas y costeñas, brindan la ocasión de confirmar la importante presencia de las bandas de pueblo en los festejos navideños y de cualquier otro tiempo del año, porque difunden amenidad, cultura y son parte de la identidad nacional. Recordemos que José de la Cuadra tituló con ese nombre a una de sus más conocidas obras.