Elie Kerrigan, nacido en Irlanda, de padre estadounidense y madre con ascendencia rusa, criado en España y graduado en un colegio francés, se considera un producto de la globalización.

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Y mucho más al considerar que en sus quince años como periodista y comunicador social ha trabajado y realizado coberturas en países como Paquistán, Emiratos Árabes Unidos, Filipinas, Indonesia, España, Estados Unidos, México, Guatemala, Costa Rica y Ecuador.

Con esa visión global Kerrigan habla con mucha convicción del desarrollo urbanístico y turístico que observó en Guayaquil cuando de agosto a octubre del 2006 visitó la ciudad para publicar una serie de artículos en la edición de diciembre 2006-enero 2007 de la publicación The European, con sede en Málaga (España), de la que Kerrigan es editor-director.

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“Había escuchado mucho sobre el inmenso progreso de Guayaquil y para comprenderlo hay que observar otras victorias de su pasado. Por ejemplo, los guayaquileños se han defendido valientemente de piratas, han construido los barcos más grandes de la Corona española (en tiempos de la Conquista) y han conseguido la independencia antes que cualquier otra población; en fin, los habitantes de Guayaquil se han caracterizado por ser gente luchadora que trabaja duro y resuelve sus propios problemas”, señala el periodista con un obvio acento español en el lobby de un céntrico hotel de la ciudad, en una visita realizada recientemente.

Contactos importantes
“¿Qué describe mejor a una ciudad? ¿Serán los logros y derrotas de su gente, sus tragedias y momentos de grandeza? Quizás, pero es más que eso. Es una visión colectiva nacida de circunstancias históricas y ejecutada en un presente que crece, se expande y modela la realidad”, indica Kerrigan en un fragmento de este especial de 26 páginas que realizó con la colaboración de personajes representativos de la urbe.

“Cuando viajo a un destino del que voy a escribir, siempre visito a las ‘cabezas’, ese grupo de personas que impulsan el desarrollo turístico”, refiere Kerrigan antes de explicar que sus visitas lo dirigieron al Municipio guayaquileño, además de entidades y empresas que colaboraron y auspiciaron esta publicación, como la Junta Cívica, la Cámara de Comercio, Corpei, Fundación Malecón 2000, el Cuerpo de Bomberos, Autoridad Portuaria, Grupo Eljuri, línea aérea AeroGal, Dole, ETV Telerama y la urbanización Ciudad Colón, mientras que las gráficas fueron captadas por el fotógrafo guayaquileño Carlos Julio González.

Pero establecer tales contactos solo era un paso para su trabajo, “porque quería conocer cómo era el guayaquileño y qué pensaba de su ciudad”. Por ello “me he pateado (recorrer a pie) todo Guayaquil, conversado con el tendero, el policía y el niño lustrabotas”, además de que se introdujo en los sabores locales: “ahora me encantan el pan de yuca y el yogur natural”.

Saber despegar
Pero Kerrigan no era totalmente ajeno a los sabores y olores del Ecuador. En 1993 se casó con una quiteña y vivió algunos años en la capital. Y aunque posteriormente se separó de su pareja, aún mantiene un contacto cercano y amistoso con ella, especialmente porque ambos concibieron a una hija que Kerrigan adora. “Ecuador es mi segundo hogar; aquí está mi hija (Micaela, 11 años)”, señala este profesional que compara el desarrollo de Guayaquil con el ocurrido en otras metrópolis importantes.

Barcelona (España) es el primer caso que menciona, urbe que fue “reinventada” por los programas urbanísticos que la prepararon para ser sede de los Juegos Olímpicos realizados en esa ciudad en 1990, y que afianzó un ritmo de desarrollo mantenido hasta hoy, según explica el periodista, de 41 años de edad.

Nueva York (EE.UU.) también ha mostrado un desarrollo similar gracias a la gestión del ex alcalde Rudolph Giuliani (1994-2001) para elevar el nivel de vida de los neoyorquinos, que antes de esos años estaban golpeados por la delincuencia y el desorden.

Y ahora Guayaquil también es ejemplo de desarrollo internacional, según la visión cosmopolita de este periodista globalizado que se considera un admirador del progreso de los habitantes porteños, y así quiso transmitirlo en su revista porque “todos deberían conocer el gran trabajo que aquí realizan; es inspirador”. (M.P.)

La grandeza de una ciudad es una medida del compromiso de sus habitantes para lograr una prosperidad permanente. Sería imposible entender las conquistas de Guayaquil sin mirar a su pasado para examinar las circunstancias y naturaleza de la gente detrás de los cambios en sus distintos momentos históricos”.
Elie Kerrigan