Aquel servicio, las lanchas y la obra forman los recuerdos de los viajes a Durán y hacia el interior del país.
La inauguración del nuevo puente Carlos Pérez Perasso sobre el río Daule, desde La Puntilla del cantón Samborondón a Guayaquil, despierta un sinfín de añoranzas entre los moradores, vecinos y visitantes de la ciudad, pues mantienen muy claras las vivencias y anécdotas que acumularon en los tiempos de la travesía en gabarra desde nuestra metrópoli hasta su antigua parroquia Eloy Alfaro o Durán, que después adquirió la categoría cantonal.
Publicidad
Asimismo, recuerdan los viajes hacia las localidades del Guayas, Los Ríos y El Oro, a bordo de lanchas y motonaves que salían repletas de personas y carga desde los bulliciosos muelles porteños. Y por supuesto, el inicio y la culminación de la obra del puente de la Unidad Nacional o Rafael Mendoza Avilés, que fue un gran paso en la integración regional, pero que hizo a un lado aquellas evocadoras estampas de las que formaron parte las gabarras y lanchas.
Las viejas gabarras
Estas embarcaciones, que aparecieron aquí después de comenzar la segunda mitad del siglo XX, casi siempre mostraron un aspecto derruido, pero constituyeron un servicio del que era imposible prescindir por la necesidad de transportar vehículos con pasajeros de una margen a otra del río Guayas. El viaje era lentísimo y duraba mucho tiempo, en especial cuando la gabarra iba demasiado llena y su línea de flotación se mantenía muy por debajo de su nivel.
Publicidad
Las populares ‘chivas’, las camionetas y los micros pullman que llevaban pasajeros a pueblos de la vía Durán-Tambo, y otras ciudades del interior de la República, atiborraban las viejas gabarras, en las que competían por ubicación comerciantes con carga, motocicletas, bicicletas, vendedores, viajeros curiosos, enamorados y hasta estudiantes que se hacían la ‘pava’ para ir a festejos populares como los de San Jacinto de Yaguachi.
El usual e inadecuado embarcadero de las gabarras estuvo cerca de la antigua piladora Modelo, sector de la Atarazana, al norte de Guayaquil. En más de una ocasión aquellas quedaron al garete y ocasionaron contratiempos a las empresas de viajes y usuarios, que tenían urgencia de llegar a su destino. Solo el auxilio de un remolcador al armatoste lo libraba de un inminente naufragio; con la inauguración del puente Mendoza Avilés, las gabarras salieron del servicio.
Obra trascendental
En el gobierno de Camilo Ponce Enríquez se concibió la construcción de los puentes sobre los ríos Daule y Babahoyo, unificados con el nombre de puente de la Unidad Nacional o Dr. Rafael Mendoza Avilés, quien fue uno de los más entusiastas propulsores de su construcción. Su edificación la apoyó Carlos Julio Arosemena Monroy y la administración de Clemente Yerovi Indaburu lo declaró obra de interés nacional y ayudó al Comité Ejecutivo de Vialidad del Guayas.
En marzo de 1967 se suscribió el contrato de construcción y financiamiento con el Consorcio de Firmas Italianas (Cofit) y en los gobiernos de Otto Arosemena Gómez y José María Velasco Ibarra se impulsó la obra del puente sobre el río Daule, de 870 metros, y sobre el río Babahoyo, de 1.955 metros. El costo alcanzó los 350 millones de sucres; quedó abierto al público el 25 de julio de 1970, y en octubre del mismo año se inauguró oficialmente.
Adiós a los vapores
Con el puente de la Unidad Nacional declinó la transportación fluvial y se incrementaron las carreteras para abreviar la comunicación entre las provincias costeñas, serranas y amazónicas. Quedaron para la evocación los días de los vapores fluviales con su carga de cacao, arroz, café; igualmente las lanchas lecheras y transportadoras de ganado en pie al camal de Guayaquil, los lanchones y remolques llenos de banano para la exportación, y por supuesto las añosas gabarras.
Aún más, la sedimentación se ensañó con el Guayas restándole su característico caudal que propició la ida y venida de chatas, balsas, balsillas, botes, buques, canoas de pieza, canoas de montaña, lanchas, motonaves, motoveleros, naves de guerra y otros tipos de embarcaciones que poblaron sus aguas y maravillaron a quienes vivieron aquí y nos visitaron. Así son los costos del progreso.