Nuestra inocencia terminaba cuando descubríamos que Papá Noel no existía.  Yo creía que él laboraba durante todo el año y en diciembre despachaba los juguetes a los niños buenos. 
 
La prueba de fuego era escribirle la carta a Papá Noel. Esas cartas son mi más remoto enfrentamiento con la página en blanco. ¿Pero qué juguetes pedir? Uno quería un montón de juguetes, a fin de cuentas Papá Noel no pasaba factura. Pero los padres estaban asustados, sacando cuentas. Convenciéndonos de que no había que abusar de él y que los pobres alces no iban a poder volar con un trineo repleto de juguetes.