Viajantes soñadores, de los
/blancos caminos,
a contemplar vinieron, tu
/mágico esplendor,
¡belleza encantadora! ¡oh,
/lumbre del destino!
Sí, hoy brillas, Guayaquil,
/con nítido fulgor.
 
Hugo Mariscal

Las lavanderas
Eliminado el vestuario tradicional, la lavandera, personaje clave encargado de su cuidado, fue desapareciendo de nuestras casas junto a las tinas de pechiche, los burros para asentarlas, los cacharros de almidón y más enseres indispensables de ese quehacer que hoy viene a la memoria. Mujeres de piel cobriza y cuerpos abejucados, con su pelo largo enrollado en la nuca, practicaban la tarea heredada de sus madres. Las había del llamado lavado afuera y del lavado en casa.
 
Las primeras llegaban los lunes, saludaban y se sentaban en el suelo para empezar a contar las piezas que la patrona anotaba haciendo la lista en su libreta personal, para volver el jueves o viernes portando su envoltorio de camisas y ropa limpiecita. En el brazo libre, los ternos de dril blanco y los vestidos en armadores de madera. Algún miembro de la prole con el bulto de toallas, manteles, sábanas. Y el hijo más grandecito, traía en papel el listado de los precios.
 
Las de lavado en casa lo hacían a comienzos de semana. Separaban las prendas de color, blancas, interior, ternos, etcétera. Pedían jabón Águila de Oro, almidón de yuca, azul de añil, en cubitos y frasco de cloretol. Disimulaban vejeces, remiendos, parches y desgarrones de sábanas trajinadas. Cuidaban los vestidos finos para que duren más.
 
Tendían largas cordeladas; si el sol brillaba con fuerza recogían el mismo día. Si no regresaban al siguiente día para iniciar el planchado que ejecutaban por tandas y con planchas de carbón. Cuando el invierno estaba ‘bravo’ estudiaban las condiciones meteorológicas  mirando de frente al cielo  o a los cerros del oeste y a la voz de “Chongón oscuro, aguacero seguro”, se despedían dejando la tarea a medio camino.
 
Adaptación del libro Del tiempo de la yapa, crónicas costumbristas, por Jenny Estrada Ruiz, historiadora guayaquileña.