El piticlán es una preparación de harina de trigo que fue muy popular hasta las últimas décadas del siglo XIX, que las personas las consumían afueras de las iglesias, cines, estadios, circos, planteles educativos  y otros sitios de concurrencia masiva en la ciudad.
 
Son pocas las personas que ahora se dedican al negocio de prepara el piticlán, es decir la masa semilíquida  de harina de castilla, que colocada en un cilindo metálico, cae por una boquilla directamente a una paila de aceite hirviendo (o manteca, como era antes).
 
La habilidad de dueño o dependiente para cortar la masa cuando sale de la boquilla es extraordinaria, pues lo hace con tanta precisión que los piticlanes salen del mismo tamaño, como que si fueran hechos con moldes.
 
Cocido el piticlán se lo saca y coloca sobre un papel de despacho, para que este absorba el exceso de grasa. Finalmente se lo espolvorea con azúcar y queda listo  para la venta. Actualmente un paquetito de unos ocho a diez piticlanes cuesta 25 centavos de dólar. 
 
En ocasiones, por descuido del  dependiente el piticlán se quemaba y se tornaba bien oscuro. Por ello, a muchas personas de raza negra sus amigos le dccían como sobrenombre piticlán quemado . Por mucho tiempo en EL UNIVERSO se publicó la columna Piticlanes Deportivos.
 
Remembranzas de Alberto Muñoz Morán, jubilado y boticario guayaquileño.