El primer paso es el calentamiento. A las 08h00, la instructora Julisa Murillo, del centro de rehabilitación cardiovascular Physis, ubicado en la ciudadela Bolivariana, le solicita a sus alumnos que caminen alrededor de la pista de ejercicios.

El circuito se acompaña con música suave, que luego se vuelve más intensa, al compás de los movimientos.

Es parte de la rutina diaria de ejercicios a la que se someten jóvenes, profesionales, hombres y mujeres, que se han visto afectados por un infarto. O que, como Roberto Yannuzzelli, de 32 años, han debido someterse a cirugías de bypass (o de revascularización) o necesitan ejercitarse para controlar la hipertensión.

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Después de la caminata, Murillo les pide subirse a los steps para empezar la rutina de los aeróbicos llamados de bajo impacto, que dura entre 15 y 20 minutos. Quien se sienta cansado tiene la libertad de sentarse, luego de lo cual es revisado por la enfermera Janeth Sánchez, quien les toma la presión y el pulso.

El cardiólogo y deportólogo Richard Salmon,  propietario de Physis, indica que a todo paciente que llega al centro se lo pesa, chequea el pulso y la presión y se lo deja reposar 10 minutos. Después pasa a hacer al calentamiento estático, flexionando los brazos y las piernas y moviendo la cabeza, para luego dar paso al calentamiento dinámico con baile.

Luego de ello se desarrolla la rutina de aeróbicos de bajo impacto, que se realizan de 09h00 a 11h00.  “Al final, los pacientes hacen recuperación y relajación muscular, que consiste en ejercicios de estiramiento... El chequeo es antes, durante y después del ejercicio”, señala.

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El deportólogo Óscar Concha explica que los ejercicios aeróbicos evitan que las arterias, que llevan sangre y oxígeno al corazón, se obstruyan debido a los depósitos de grasa o calcio. Y recomienda la práctica de caminatas, natación o ciclismo a baja intensidad, por más de 35 minutos, al menos cuatro veces por semana. “Con ello el corazón tiende a hacerse más grande, las paredes se hacen más grandes y los vasos que van al corazón aumentan en número”.

Incluso, dice Concha, si la arteria estuviera medio tapada con los ejercicios y los nuevos vasos sanguíneos que se forman la posibilidad de infarto disminuye. “Son suficientes para prevenirlo”.

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Aprender a controlar el estrés, con una adecuada utilización del tiempo libre, meditación y yoga también ayudan a reducir los riesgos.

La serie se recomienda a las mujeres embarazadas, porque –a más de facilitar la labor de parto– asegura una adecuada provisión de oxígeno al feto.

Para los jóvenes, en cambio, la rutina se torna más intensa. Aplicando los mismos ejercicios, deben cumplir una práctica de 45 minutos al menos cuatro veces en la semana.

Si una persona ha sufrido un infarto debe empezar o continuar con ejercicios leves, como caminar y trotar, para mejorar su frecuencia cardiaca. “Por el miedo, los infartados hasta se vuelven maratonistas, pero la idea es que empiecen antes del infarto”.

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