Según moradores, la inseguridad y descuido en áreas verdes son los mayores problemas de la ciudadela.

“Del lugar donde los chicos recogíamos cangrejitos ya no queda nada”, recuerda Carlos Quezada, de 36 años.

Quezada se refiere al estero de las Ranas, el cual quedaba ubicado en la zona de reserva de la ciudadela Las Acacias II, donde se asientan las manzanas E1 a la F5. Al lugar acudían decenas de niños todas las tardes a recolectar cangrejos, conchas a un costado del estero, o solo a observar a los pescadores que también se daban cita en el lugar. Esa zona, en la que se encontraba un pequeño malecón junto al estero y dividía el sector del Cristo del Consuelo con Las Acacias, empezó a ser invadido por los años 1984 a 1985, con lo que las personas que llegaron a asentarse en el lugar rellenaron el estero.

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Las Acacias fue un proyecto de solución habitacional que se inició en el entonces gobierno de las Fuerzas Armadas, en 1972.

Según Mumam Rojas, técnico de vivienda del Ministerio de esa cartera, Las Acacias nació con la idea de poblar parte del sur de la ciudad, pues en esa época el sector lo cubría un manglar. “Como las autoridades de entonces se dieron cuenta que el lugar podía ser utilizado para construir viviendas y dar solución habitacional a miles de familias, las Fuerzas Armadas empezaron la construcción”, comenta Mumam Rojas.

Historia
Las Acacias está dividida en tres etapas, entre las que se ubican 2.400 casas. El proyecto se concluyó en julio de 1980, en el gobierno de Osvaldo Hurtado. Al dejar el poder las Fuerzas Armadas la obra estaba avanzada en el 80%.

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Según Rojas, las primeras viviendas se empezaron a entregar en 1973 y se extendió hasta 1975 a 580 familias, quienes habitaron en las manzanas A, B, C y D, así como en los bloques ubicados a lo largo de la Av. 25 de Julio.

Por cada casa el adjudicado tenía que cancelar 130 mil sucres, los cuales eran financiados en un plazo máximo de 25 años.

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El nombre de la ciudadela se lo escogió porque alrededor del sector se observaba gran cantidad de árboles de acacia, por lo que se decidió, según un empleado del ministerio, llamarla así.

De sus habitantes
“La dictadura a mi familia por lo menos le dio una casa”, puntualiza Alfredo Morales, morador de la ciudadela.

Recuerda lo difícil que le resultaba llegar hasta su hogar en 1974. “No había transporte en el sector, los pocos que venían para acá no se los encontraba pasadas las seis de la tarde, el sur era como otra ciudad, por lo lejos que nos quedaba”, manifiesta.

Carlos Quezada recuerda la unión que había entre las familias que llegaron a habitar en los primeros años en la ciudadela (1975). La mejor anécdota que su memoria invoca se remonta al año de 1978. “El alcalde de ese entonces quería trasladar las bahías del centro de la ciudad hasta las pampas que había en una parte de lo que ahora es la 25 de Julio”, recuerda.

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Quezada manifestó que en ese entonces la gente se unió, salió a las calles a protestar, como no les hacían caso empezaron a sembrar árboles en lo que eran las pampas y construyeron un busto de un indio, al que le pusieron de nombre Acacio.

“La gente quería tener una imagen que representara su lucha y su coraje, porque no íbamos a dejar que nos pongan las bahías en nuestro sector. Al final nuestra unión hizo la fuerza y conseguimos lo que queríamos”, señala.

Problemas que la aquejan
Casi en su totalidad, los moradores de la ciudadela señalan como una de las principales dificultades a la falta de atención de las autoridades municipales y de servicios básicos como la Corporación Eléctrica.

“Si bien es cierto que en la ciudadela existen dos retenes de policías, quienes cumplen con su trabajo, también es cierto que hay muchos lugares sin iluminación pública, por lo que los ladrones se aprovechan de esto”, denuncia Carla Morán.

Otro de los problemas que afecta a la ciudadela, es la falta de mantenimiento de los parques por parte de la Municipalidad.