La crónica volandera del domingo pasado sobre el saludo, sus diferencias y la necesidad de fomentarlo porque se está extinguiendo como hábito de cortesía, motivó que alguien recordara otras costumbres que los jefes de familia católicos de antaño mantuvieron entre los suyos: el pedido de la bendición que al ausentarse de sus casas hacían los niños y jóvenes a sus padres o abuelos, y la oración de agradecimiento a Dios en el momento de servirse los alimentos, especialmente del almuerzo y cena, porque allí se encontraban casi todos los miembros del hogar.